Llegadas las cosas al punto donde se sitúan, al presidente del Gobierno no le queda más que esperar a agosto, cuando la España oficial cierra sus oficinas, para ver si con el calor tórrido de la canícula se enfrían todas las tormentas que le aquejan. No es la menor la de la sentencia del Tribunal Constitucional. Le obliga a nuevas piruetas, en las que es experto, pero ahora ya tiene la chistera vacía. Recuperar por vía de leyes y leyes lo que el TC ha recortado no deja de ser un ejercicio de malabarismo político en la mejor línea pedagógica para explicarle al ciudadano que toda ley tiene su trampa.

El caso es que el enfado de CiU, que es de naturaleza esencial, porque no reconoce la autoridad del TC para modificar una coma del estatuto catalán, se ha contagiado al president Montilla, que no ha aprendido nada en este mundial sobre la utilidad de la definición de los espacios en un campo de fútbol. Quiere jugar en el terreno de los nacionalistas clásicos, él que es un nacionalista advenedizo, y sitúa al PSC en fuera de juego para las elecciones catalanas, en donde todo los pronósticos coinciden: la obsesión identitaria de la elite del PSC le pasará factura. Las bases del PSC son más socialdemócratas que nacionalistas, desde luego. En agosto, el presidente tiene que tomar oxigeno porque luego le vienen todas seguidas: huelga general -que a la vista de lo que ha pasado en el metro de Madrid puede no ser tan liviana como se pensaba- elecciones catalanas, presupuestos del estado...

La geometría variable parlamentaria tiene los límites que le permiten las matemáticas. Conseguir apoyos parlamentarios para la aprobación de los presupuestos sin CiU y PNV es muy complicado, sobre todo cuando el pequeño peso de la izquierda del PSOE sólo puede crecer a costa de este partido. Todas las cartas están sobre la mesa y la única variable que podría dar un extra al azar serían atisbos de recuperación económica: los datos del paro de junio pueden ser un espejismo también de agosto; éste, positivo. En definitiva, cuando los españoles se lancen a las carreteras para disfrutar de las vacaciones, el presidente tendrán cinco minutos para refrescarse con un chapuzón. Pero nada más.