Es inevitable. Apenas ha tardado una semana en salir al primer plano de la actualidad el recurrente debate político de qué provincia, Málaga o Sevilla, albergará la sede de la caja resultante de una fusión entre Unicaja y Cajasol, dos entidades que son fiel reflejo del ámbito de la influencia económica de los ejes oriental y occidental en Andalucía. Imposible evitar recelos y suspicacias sobre quién tendrá el protagonismo de la caja única, a pesar de probablemente el hecho de quién albergue o no los servicios centrales sea un asunto más estético que práctico. Sin embargo, para cualquiera de las dos es duro tener la sensación de que han perdido su caja. Y para Málaga, más aún, porque no es la capital política ni administrativa, sino el centro económico de la región. Es una cuestión de autoestima.

A esto se añade el tabú del localismo que crea continuas tensiones en el mapa andaluz. Se suele decir que es una asignatura pendiente de la Andalucía moderna, pero creo que es más práctico asumirlo como un hecho que no va a desaparecer y adaptarnos en la medida en que se pueda. Los dos partidos hegemónicos, PSOE y PP, tradicionalmente también han tenido discursos distintos para Málaga y Sevilla con este debate. Todos tiran para casa al margen de las siglas de su partido, pero el principal objetivo debería ser buscar un equilibrio razonable, y hay que decir, que la concentración de todo en Sevilla, ese alarde de supercapitalidad, no es nada relajante para el resto de la comunidad por más que se le busquen razonamientos de efectividad de gestión, optimización de recursos y otros laberintos que eluden una necesaria descentralización, que por otra parte, fue uno de los buenos propósitos que anunció Griñán en su discurso de investidura hace un año.

El evidente interés partidario en encender el conflicto no tiene por qué rebajar a un plano accesorio o secundario el debate sobre la sede de la gran caja. Es un asunto que tiene su lógica, paralela al propio proceso de fusión: la búsqueda, sin victimismos ni falsos agravios, del reconocimiento de la pluralidad y complejidad territorial andaluza y de que hay una casilla para todos en este magnífico puzzle.