Con epítetos apocalípticos, que debieron poner de los nervios al flemático Rajoy, el ex presidente Aznar rompió la estrategia de su partido volviendo a encender el polvorín de la sentencia del Estatut.

Si el PP quería correr un tupido velo y que los catalanes, en vísperas electorales, olviden que ha sido su formación la que presentó el recurso ante el Constitucional, Aznar se lo recordó hasta grabárselo en las señas de identidad.

Como acostumbra, no dejó títere con cabeza. Llegó a decir que el experimento de modificación estatutaria había llevado al país «al límite de un estado constitucionalmente fallido». Culpó, en primera y única persona, a Zapatero de todos los desastres ocurridos por haber intentado saltarse la Constitución, procurando dejar fuera de culpas a los nacionalistas catalanes, es decir a CIU, con quien cree que su partido puede llegar a gobernar en Cataluña o a necesitar en Madrid.

El arranque de su argumentación fue la falta de ´épica´ de la reforma emprendida por Zapatero porque, a su juicio, la única razón de este dislate, que a punto ha estado de romper España, no fue otro que el intento de sostener en el poder a un Gobierno sin mayoría en Madrid y en Cataluña.

Curiosamente, lo mismo que ahora pretende el PP y que le hace ser tan cauto a él mismo a la hora de criticar a CIU. ¿O será que todavía sigue hablando catalán en la intimidad? Para conseguir el poder se dicen o se hacen muchas barbaridades, pero más vale recordar el refrán de la paja en el ojo ajeno y la viga en el propio.

¡Que decir de la inefable Cospedal!, lleva una temporada de frase memorables. Llamando ´fascista o marxista´ a Montilla ha conseguido el calentón del que tanto huía Rajoy. Con esos compañeros de partido no le hacen falta adversarios.

Pero aquí, en esta historia que tan grande desencanto ha producido en la ciudadanía de Cataluña, con razón, todo el mundo tiene su frase para la historia. Sería injusto no citar en el palmarés al presidente del Gobierno cuando, llevado de un incontrolado entusiasmo, sin saber si iba a poder cumplirlo, sin medir la decepción que podía provocar dijo aquello de... «Pascual yo aceptaré lo que venga del Parlament de Cataluña». Se dirigía a Pascual Maragall, entonces president de la Generalitat, y lo que vino fue la reforma del Estatut que ahora ha pasado por el ´cepillo´ del Constitucional.

La verdad de la democracia está en las urnas y, al margen de lo que pueda creer la clase política, los votantes tienen memoria. Por eso también recordarán que Esquerra Republicana no votó a favor y se abstuvo en el referéndum, aunque ahora se haga la ofendida y se rasgue las vestiduras. El día 29 de septiembre, esos votantes tienen la palabra.