En Málaga hay que pedir la luna, porque si no, nos ponen un supermercado donde podría haber una catedral medio subterránea reconvertida al culto de la modernidad, o algo así, con un retrato de Julio Verne sobre el altar, y en la que los ángeles sorprendiesen al paseante nadando como peces voladores en un Mátrix de agua, vidrio y aire barroco pero mediterráneo,… qué sé yo.

Utopía es mañana

Porque «la utopía es el día de mañana», que decía Saramago. Consiste en no abandonarla, y en no ser gilipollas. En la superficie y los alrededores de esa catedral utópica, o algo así, el palmeral wifi y sin sorpresas de cemento ofrecería una alfombra de hierba chill o arena de playa brillante y sintéticamente reciclada y de colores, y megafonía oculta que amplificase el rumor del mar a quienes decidieran sentarse con sus portátiles apoyando la espalda en ellas para cerrar vuelos a Finlandia por la web o conocer mejor aquel poema de Altolaguirre, recostados «como sandalias del viento» al sol y a la sombra del Puerto malagueño. Ser ambiciosos para «la mar chica del puerto» –que cantará mañana en el Cervantes la estupenda Maite Martín abrazada a los versos de Alcántara– No hay prisa si el envite lo merece. Que 20 años –que es lo que llevamos esperando el plan especial del Puerto– no es nada…

Málaga-Liverpool

Incluso si la política y la autoridad portuaria no dan la mínima talla de lo soñado –ríanse a mandíbula batiente de la frase los que ya convirtieron los medios en sus fines-, mejor que no se haga nada, ya que una nada mejor había que lo ahora proyectado. Somos lo que soñamos. Nos jugamos el futuro con cada suelo que se reclasifica, y más si el suelo es tan sensible y de todos como el suelo portuario, junto al mar, en pleno Centro (un privilegio que tienen pocas ciudades, a propósito). Por qué tenemos más prisa que ambición. Por qué privatizamos los sueños públicos. Por qué nos vale lo que es menos de la mitad si tenemos derecho al doble… Si hasta el jeque Al-Thani ha dicho en Qatar que renunció al Liverpool para hacerse con el Málaga (risas). Otro ejemplo simpático: Holanda soñó ser ayer la naranja mecánica que ya no es, y le ganó a un Brasil que sólo en el primer tiempo mostró ser quien es, aunque no lo creyeron hasta que fue demasiado tarde.

Deslealtades

Respecto a la ida y vuelta del PGOU de Málaga, la supuesta deslealtad entre el Ayuntamiento y la Consejería de Obras Públicas empieza a ser tan fatigosa que quizá ya ni le importa a nadie, aunque tanto importa. Hay costumbres como este enfrentamiento Junta-Ayuntamiento, devenido con habilidad victimista por el alcalde en enfrentamiento Junta-Ciudad, que dan al traste con el valor de lo institucional en democracia. Ya la noticia para los ciudadanos sería la lealtad entre ambas instituciones con partidos distintos detrás, y no las acusaciones de deslealtad acostumbradas. Esta repetida falta de entendimiento en cuestiones de interés general entre PP y PSOE con Málaga por medio, a algunos les ha llevado a pensar –conversación de café– que si Griñán y Arenas están ahora de acuerdo con la recomendable caja única es «porque habrán pactado el reparto de poderes en las cajas», no porque tengan el objetivo social común de poner una gran caja andaluza al servicio de autónomos y pequeños empresarios de la tierra que, a pesar de ser pagadores y tener mercado, han visto cerradas sus líneas de crédito a cal y canto, por ejemplo.

Martirio ruso

Los estrategas del PP y del PSOE deberían preguntarle cómo se hacen las cosas al propietario del llamado centro ruso en el Cerrado de Calderón. Insistir en sus trece y no enmendarla le va a llevar al archimultado propietario a ganar los catorce. Provoca rabia, y también algo de admiración canalla, la manera de doblarle el brazo a la legalidad urbanística de este hombre, que juega al tenis –como Nadal ayer en Wimbledon contra Murray– con cada una de las denuncias, y alarga el partido hasta desnudar la impotencia de la administración. Llegados a este punto, nos va a costar más a todos tirarle lo que ya se ha construido ilegalmente durante años que dejarlo estar. Al fin y al cabo, el mal llamado centro ruso era una suerte en Málaga que ayudaría «a mejorar las relaciones entre España y Rusia», tal como se llegó a valorar la casa de este señor desde el Ayuntamiento malagueño en tiempos del concejal de Urbanismo Manuel Ramos.

Podemos...

Lo dicho, hay que pedir la luna y que alguien pare lo que parece imparable, aunque sólo sea para que aquel más humilde que no tiene escapatoria ante los expedientes de Urbanismo, no se sienta como el más tonto del barrio, mordido por la ancestral desigualdad de que siempre hubo ricos y pobres, también, ante la ley o ante la manera de burlarla de quienes más pueden hacerlo. Pedir la luna y que hoy gane España, pero no para ganarle a Paraguay esta tarde, sino para llegar a la final con posibilidades reales por fin de ganar un Mundial, que es como ahora se le llama a la luna en Sudáfrica. Podemos, aunque nos suene a chiste a quienes nos vamos haciendo pesimistas visto lo visto a diario. Al fin y al cabo, como también dejó dicho Saramago: «los únicos interesados en cambiar el mundo son los pesimistas; los optimistas están encantados con lo que hay». Podemos… Porque hoy es sábado.