De puertas adentro estamos más que necesitados de buenas noticias porque tenemos la autoestima por los suelos. La ciudadanía las está pidiendo a gritos. Y de puertas afuera la marca España padece un déficit crónico de credibilidad. Por lo visto y oído, los mercados nos vigilan estrechamente. Pero los mercados también suelen poner en valor contable los elementos intangibles de una crisis económica.

A las dos urgencias les conviene la gloria de nuestros deportistas en el exterior. En ese camino estamos después de un brillante fin de semana del deporte español firmado por la selección de fútbol, el segundo triunfo de Nadal en Wimbledon y la victoria de Jorge Lorenzo en Montmeló, que le deja al borde de proclamarse campeón del mundo en Moto GP. Todo eso cotiza en la autoestima interior y la diplomacia pública exterior de la marca España.

Lo inminente es el reencuentro con Alemania, en las semifinales del Mundial de Fútbol, después de aquella inolvidable final europea de hace dos años. La cita es este miércoles, 7 de julio, San Fermín, a las 20,30, con palomitas en la mesa y banderas nacionales en los balcones. El país entonces volverá a paralizarse, las calles se quedarán vacías y los móviles en silencio. A todos nos toca jugar frente al televisor, que también es una forma de quemar calorías. Con el sufrimiento y con nuestros remates virtuales a puerta.

Este miércoles, al caer la tarde, nos espera una higiénica abolición de las polémicas vivas de la agenda nacional. El Estatut, el aborto, la huelga en el Metro madrileño y los presos políticos de Cuba, pasarán a segundo plano mientras nos la jugamos con los alemanes en Durban (Sudáfrica). Nada se resiste al poder hipnótico del fútbol televisado para los millones de españoles que nos hemos creído la condición de favorita endosada a la selección española. Ojalá se confirme.

Las penas con pan, son menos. Y si además del pan hay circo, pues el efecto placebo será total y apabullante frente a las malas noticias de una crisis económica de incierto desenlace. En cualquier caso, nada que ver con el famoso «panis et circenses» de Juvenal, cuando el gran poeta romano censuraba la costumbre de los emperadores de ganarse al apoyo popular mediante calculadas dosis de circo y sopa boba. Nada que ver, digo, porque hoy nos tenemos que buscar la vida. O sea, que todo eso corre a cargo de nuestros bolsillos. Tanto el montaje de los estadios y la asistencia a los partidos como las sumas millonarias que se van en fichajes. Y no digamos el pan (léase puesto de trabajo o pago de hipoteca a fin de mes), tan escaso en los tiempos que corren.

Y si no, pues nos ponemos a levitar porque «España avanza hacia la gloria», según un diario nacional. La metafísica se cuela en los periódicos más serios. Así que vale hablar de alcanzar la gloria, o sea, ganar el Mundial de Fútbol, aunque sea de milagro.