No son ni la sombra de lo que solían ser. No sé si será por la crisis, o porque los empresarios quieren sacarle más jugo al asunto, o por la hartura de los compradores, o porque con el paso de los años quizás una se vuelve algo más exigente. Pero ando algo decepcionada, como muchos otros malagueños que, tirando de sus ahorros, esos que son tan difíciles de acumular hoy en día, se fueron de rebajas. O al menos lo intentaron.

Y es que atrás quedaron el cierto encanto de las colas en los comercios el día 1 de julio, los empujones para conseguir un objeto deseado con ese pequeño descuento y la satisfacción posterior de creer que te has llevado una ganga, cuando en realidad pagar el artículo lo has pagado, y con creces. No, este año las rebajas no son así. Por mucho que los comerciantes hayan decidido asumir la subida del IVA, se ven pocas bolsas, pocas transacciones. Y no es de extrañar, pues, salvo excepciones, detrás de esos carteles del 50 por ciento de descuento se esconden artículos de la temporada en la que Matusalén era un pipiolo, más o menos. Ahí está el truco del IVA, y del 50%. Mientras, los objetos que ocupaban hasta hace poco las plantas de los comercios de las grandes marcas, aparecen con un cartel de «Nueva Colección». Pero, ¿qué demonios tiene de nueva? Supongo que la cara de prima que se te pone cuando te das cuenta de que te están tomando el pelo por todo lo alto.

Mientras ojeaba en una tienda del emporio Inditex observaba a una madre y su hija haciendo peripecias por lograr un vestido para una fiesta a la que iba a asistir la menor.

–Mamá, me voy a los probadores.

–¿Pero ese no es el mismo vestido que llevabas en la foto esta que tengo en mi cartera desde hace un par de años?

–Sí, pero por primera vez no hay cola, y así tiro el que tengo, que ya está viejo.

Definitivamente, el pulpo Paul no se ha comido el mejillón de las rebajas de este año... Eso sí, los restauradores tienen que estar contentos pues, después de una sesión fracasada de rebajas, el billetero todavía aloja eurillos dispuestos a salir para, al menos, dar a su dueño la oportunidad de una gran comilona. Si el cefalópodo no quiere esos mejillones, que los sirvan en una tapita, que estamos en crisis y no hay que tirar nada...