Durante unas semanas el mundo ha sido una circunferencia de termoplástico de poliuretano con 69 centímetros de diámetro y 440 gramos de peso. Un balón con vida propia con el que treinta y dos países se han disputado la frontera que separa la victoria de la derrota. La gloria del fracaso. El objetivo de cualquier deporte. Sobre todo del fútbol. Del Mundial selectivo en el que España, amonestada con tarjeta amarilla por la crisis económica y con los abductores sobrecargados por la contundencia del juego del nacionalismo excluyente, se ha unido en torno a un sueño. Ganar, por vez primera en la historia, la Copa del Mundo. La esperanza que ha desatado el fenómeno de la banderización popular en balcones, en tiendas, en coches, pueblos y capitales. También en la gente que, de manera espontánea y sin arengas políticas, ha vuelto a sentirse española. A dejar de lado la absurda tendencia de negar el españolismo por reparo a ser tachados de derechas. Pero sobre todo, lo que la selección nos ha mostrado es la importancia de que en un grupo que trabaja junto exista buen rollo. Equilibrio. Empatía. Esfuerzo. Sacrificio. Emoción. Estilo. Éxito. Las cualidades que hacen equipo. Lo hemos visto en cada partido. En cada uno de los campos donde el Jabulani ha rodado en la disputa de una Victoria de cinco kilogramos de oro.

Los que siguen la información deportiva también han visto otro equipo. El de Deportes Cuatro. Hay más. El de Telecinco. El de la Primera de Televisión Española, el de Canal Plus, etc, con profesionales excelentes y posiblemente con el mismo propósito, igual compañerismo y ambición de hacer un buen trabajo. Pero hablo de los de Cuatro porque han sido los más vistos a diario y porque se les nota más el desenfadado compañerismo que los une. Es su manera de trabajar. Los Manolos, Lama y Carreño, Juanma Castaño, Pulido, Maldini y otros muchos compañeros, han transmitido con sencillez, con un estilo propio a la hora de improvisar entre ellos y provocar la sonrisa, el día a día informativo del Mundial, el de la selección española y la dura trastienda humana de Sudáfrica. El fútbol es un deporte millonario. El periodismo es un trabajo en crisis. Para el fútbol el éxito es un símbolo. La fama, la Historia. Para el periodismo el éxito es tan sólo un trabajo bien hecho. Un share importante para la cadena. Ambos, el fútbol de la selección y el periodismo deportivo de Cuatro, representan la perfección de un equipo. De jugadores, de comunicadores, hábiles en el tiquitaca, en la labor que cada uno debe desempeñar, en el reconocimiento a lo que hace el resto. Dos equipos dirigidos por un buen líder. La figura básica para que exista un buen equipo. Sin un líder, capaz de ser uno más entre sus compañeros, no hay equipo que valga. Es tan difícil hoy día ver ese buen rollo. Vivir así el trabajo. Trabajarse la vida es complicado. Lo normal es poner la zancadilla, disputarse la posición, ser individualista, dejar a otros en fuera de juego. Engañar al árbitro. Marcar en el momento oportuno. En el fútbol y en el trabajo abundan las figuras y los figuras que se creen dioses por encima de los demás. También existen muchos que consideran erróneamente el liderazgo como un egocentrismo basado en practicar los favoritismos, en descalificar y dividir al equipo. Ese falso liderazgo que resulta tóxico y que en este Mundial ha provocado amotinamientos y vergüenza –recordemos lo sucedido con Francia–, igual que fanfarroneo y carencia de criterio –véase lo ocurrido con Argentina–. Antes de la crisis era evidente que en España, en lo fútbolístico, en lo gubernamental, en lo económico, en lo empresarial, no había espíritu de equipo ni tampoco líder. Ahora, en medio de la crisis, seguimos lo mismo. Quizá peor.

Esperemos que esta vez el fútbol nos sirva para aprender. Que el Mundial no sólo sea la victoria histórica de nuestro fútbol. Esperemos que también sea una lección de lo que se puede conseguir con espíritu de equipo y un excelente líder. Lo que nos han enseñado los de Deportes Cuatro y sobre todo nuestra selección.