Por quinta vez consecutiva, el presidente Zapatero ganó el debate sobre el estado de la nación al líder del PP, Mariano Rajoy. La percepción que se tenía en la calle y que también secundaban muchas encuestas digitales la certificó un sondeo del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), que le atribuye a ZP una diferencia de más de seis puntos. No está mal ese resultado, pero ¿sirve de algo? ¿Es útil contra la crisis que debe gestionar Zapatero? Ahí es donde vuelve a ganar Rajoy, que sin hacer nada ni ofrecer alternativas sigue a la espera de que caiga la fruta madura, que para él no tiene forma de manzana sino de Moncloa.

Consciente de los errores que asumió al retrasar la asunción de la crisis, y curado de espanto, Zapatero se cura ahora en salud. Una frase suya resume bien este estado de ánimo: «Tomaré las decisiones que España necesita aunque sean difíciles, cueste lo que cueste y me cueste lo que me cueste». Es algo que vale para todo, incluso para hacer la política contraria a la que defendió cuando se presentó a las elecciones y a la que se supone que volverá a ofrecer su partido, haya o no comicios anticipados, que por cierto también es algo que decide él.

Esa declaración de principios del presidente va unida a los cuatro ejes de su nueva política económica (gasto público, sector financiero, mercado laboral y pensiones), de modo que si fallan le permitirá improvisar otras medidas aún más drásticas, al amparo de ese principio genérico basado en «las decisiones que España necesita», como si él pudiera decidir por todos o España fuese una criatura enferma y desvalida. Desde su plan de ajuste del gasto público hasta la concentración de bancos y cajas, pasando por los recortes de derechos laborales o el aumento de la edad de jubilación, que es de lo que estamos hablando, son medidas que, de hecho, le vienen dadas por la política económica europea que dicta Angela Merkel. Es evidente que se trata de políticas neoliberales y no socialdemócratas pero aún así imaginémonos que son inevitables. En ese supuesto, no solo habría que saber ejecutarlas, implicando por cierto a las comunidades autónomas y al sector privado, sobre todo al financiero, sino que también habría que echar mano de otras políticas de acompañamiento, que es algo de lo que Zapatero nunca habla, a diferencia de lo que siempre se hizo en crisis anteriores. Si hay ajustes también tendrá que haber esperanzas. Y si hay nuevas políticas estructurales habrá que pactarlas.