El Periódico de Catalunya invitó al foro Tribuna Barcelona al presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, y al hacer balance asegura que éste no tenía fácil su primera comparecencia pública en Cataluña, tras la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut, pero que superó el envite. ¿Qué quieren decir en Barcelona con todo esto? Básicamente, se refieren a tres cosas que sobresalieron en el discurso de Zapatero: una, la reafirmación del respeto a los sentimientos de identidad de los catalanes –ZP no pronunció la palabra nación, pero sí habló en varias ocasiones de símbolos nacionales–; dos, la posibilidad de regular mediante leyes los asuntos que el Constitucional ha considerado que no cabían en el Estatut, pero sí en otros ámbitos (justicia, competencias del Estado, autonomía local, etcétera), y tres, el compromiso de seguir el desarrollo y la aplicación del nuevo Estatut.

Todo esto se entiende en Barcelona como algo normal y, por el contrario, desata grandes polémicas en Madrid, de lo cual se desprende que a veces parecen ciudades de países distintos, que es justo lo que se quiere evitar.

La España plural es un concepto un tanto manido, puede incluso que gastado mediáticamente, pero es una manera de que todos entendamos que tipo de país tenemos. Negar esa evidencia, se le llame como se le llame, nunca trajo nada bueno. Zapatero es obvio que no hizo los deberes como de él se esperaba, ni en Madrid ni en Cataluña, pero también es cierto que al menos lo ha intentado. En ese sentido, no es de los peores. Como dicen también en Barcelona, una cosa son las intenciones y otra cosa es la credibilidad de las promesas. De momento, es lo que hay.