Kagame, el presidente ruandés acusado de diversos crímenes, copreside por designios de la ONU el grupo de impulsores de los «Objetivos del Milenio». La ONU es así. El otro copresidente es Rodríguez Zapatero, que invitó a Kagame a venir a España para hablar de sus cosas. Cuando por fin se enteró Zapatero de quién era Kagame le dio plantón y mandó a Moratinos. Nuestra política exterior también es así.

Los «Objetivos del Milenio» (¡nada menos!) hablan del futuro. No les aconsejo que se los lean. Se los pueden imaginar sin esfuerzo: son loables y emotivos, y su epítome sería una cancioncilla del tipo ´cumbayá´. Pedir que nos dijeran también cómo se construye ese ubérrimo futuro sería, columbro, pedir demasiado.

Abundan por el mundo los futurólogos. Algunos serios, y otros no tanto. La oficina de análisis de la UNESCO dirigida por un tal Bindé, por ejemplo, ha perpetrado un documento cuya lectura genera bostezos. De tópico en tópico recorre trilladas sendas para no llegar a ningún lado. Hablando de las amenazas para la paz apuesta por «evitar la propagación del mito peligroso – y ampliamente refutado– del choque entre civilizaciones». Pero, como cabía temerse, no se molesta en decirnos quién lo ha refutado, ni cómo. Lo dice Bindé, punto redondo. Luego, con solemne énfasis y una prosa desmayada que deshonra la primera Catilinaria, a la que imita, sigue declamando: «¿Vamos a seguir contemplando fenómenos como la mundialización del terrorismo y el crimen organizado, la repetición de las matanzas y las violaciones masivas de los derechos humanos…». Retórica de casino de provincias que disuelve como azucarillo la gravedad de lo enumerado.

La prospectiva interesante no es la que predice el porvenir, sino la que formula sobre él las preguntas adecuadas. De la futurología que me ha tocado leer y de lo que he ido viendo en mis incesantes viajes, les propongo seis.

1.¿Seguirá el mundo organizado en torno al Estado-nación?

Muchos pensábamos que el estado-nación sucumbiría ante la doble presión de lo global y lo local, pero lo cierto es que sigue demostrando una resistencia formidable y una férrea fidelidad a la idea de Spinoza de que «cada cosa se esfuerza por perseverar en su ser». No sabemos si el fecundo concepto de estado-nación se agotará o pervivirá, y menos aún con qué podría sustituirse, pero intentar imaginar un mundo sin él resulta fascinante.

2.¿Quién mandará aquí?

Tras siglo y medio americano, ¿quién tomará el relevo? Muchos piensan en China a la luz de sus espectaculares avances en casi todos los campos, excepto en el de la libertad individual. Debe saberse que, con raras excepciones, la democracia no es para los chinos un valor ni nada interesante. Además, de potencia regional a potencia global hay un salto que exige mucho más que tener un colosal mercado. En cualquier caso vamos hacia un mundo policéfalo: EEUU, China, Rusia ¿y quién más?

3.¿Se alcanzará la unión de Europa, actualmente en estado comatoso?

Y si se logra, ¿será destruyendo el concepto de estado-nación, o potenciándolo en un macro-estado? A la postre, nuestros nacionalistas ?¡y gran parte de nuestra izquierda!? sueñan con destruir el estado-nación España, sólo para reemplazarlo con un montón de estaditos-nación: es la multiplicación del tedio.

4.¿Reemplazará el Islam al comunismo como nuevo banco mundial de la ira?

Lo del ´banco de ira´ es una idea que con bastante desparpajo y notable intuición postula Sloterdijk. Estos ´bancos´ convencen a los resentidos del mundo entero (fusión de Nietzsche y Marx) de que les confíen su sed de venganza, o de justicia, para que la gestionen en su nombre. El comunismo, mientras duró, fue un gran banquero de la cólera. Pero la frontal oposición del Islam con toda forma de modernidad lo incapacita para tal labor.

Y yendo a lo casero, les propongo otras dos preguntillas de nada:

5.¿Existirá España dentro de 50 años?

¿Dónde nos llevan las crecientes exigencias independentistas y la patológica incapacidad de los partidos nacionales, sobre todo los de izquierda, para afrontar este problema?

6.¿Volverán a tener gracia los chistes de Forges?

Estas preguntas me sumen en una melancólica agitación, como la que reflejan los febriles versos de Sylvia Plath: «soy una virgen de acetileno puro atendida por rosas». Dicho así suena muy raro, lo sé; pero a la vista de lo que hay, mejor eso que futurólogo.