Se atribuye a las ficciones violentas haber penetrado en la realidad de los chiflados y malvados que cometen matanzas, sean públicas como la guerra, sean privadas como el asesinato. Es imposible que una película, un tebeo, un videojuego rompan tantas barreras como las que son necesarias para que una persona con una cabeza normal mate a otro u otros pero las formas y los modales que adquieren muchos asesinos están visualmente predeterminadas por lo que han visto en la ficción.

Roberto Saviano, el autor de Gomorra, explica que los aprendices de asesino napolitanos imitan la ineficaz pero chulesca forma de disparar con la pistola ladeada de los gángsters de los filmes estadounidenses.

La historiadora Joanna Bourke, que ha estudiado la violencia en la guerra en Sed de sangre a través de testimonios escritos de soldados a lo largo del siglo XX, cuenta que los combatientes de la Segunda Guerra Mundial copiaban los modales de John Wayne.

Las fotos que suelen aparecer en Internet en las que el asesino de masas se autorretrata la víspera de la matanza en el instituto recuerdan algunas portadas del tebeo Punisher que, en sus poses, están inspiradas a su vez en imágenes de las revistas de armamento.

La violencia de la ficción tiene grandes especialistas trabajando para darle su aire cool. Desde los modistos que visten con toda elegancia a los yakuzas japoneses a los estilistas que les esculpen los peinados.

Las peleas, la representación de esas violencia, ya todas orientalizadas, se llaman profesionalmente coreografías porque justamente lo son. Igual que en las bandas sonoras del cine se está desarrollando una parte de la música culta contemporánea, las danzas marciales, de tan antigua y general representación en todas las culturas, no paran de encontrar nuevos recursos en el cine de acción. ¡Cómo no va a molar!