E­­­l presidente ha dado por cerrado el curso político con esa conferencia de prensa de la Moncloa, en la que ha demostrado de nuevo su altura política y su bonhomía, lo que nada tiene que ver con el hecho de que se haga acreedor a muchas de las críticas que se le formulan. Se le nota de sobra que las medidas drásticas contra la crisis económica le gustan a él menos que a nadie y que está rezando para que esto pase muy pronto y pueda retornar a su política social dentro de la filosofía del Estado de Bienestar que venía cultivando hasta la aparición de estas crisis. Me da una risa incontenible ver a los responsables políticos de otros partidos, no de los grupos de la izquierda, hacer el hipócrita masivamente con sus descalificaciones de esas medidas por considerarlas antisociales (que puede que lo sean), cuando si de ellos hubiera dependido, las decisiones y las medidas serían las propias del siglo XIX, como todos sabemos. Zapatero está haciendo provisionalmente una política que los demás harían definitivamente y con el máximo entusiasmo.

Y el jefe de la oposición finaliza el curso político con nuevas descalificaciones de Zapatero y de la política del Gobierno, en alguna de las cuales puede acertar por casualidad, sin fundamento ninguno, sin rigor, sin el más mínimo análisis, es decir, como siempre. Y sin entrar ni de lejos en la situación interna de su partido, machacado por la corrupción oceánica, y pasando por alto la desfachatez de Francisco Camps, que se autoerige en candidato para las autonómicas, con el riesgo de que a la mitad del camino preelectoral los tribunales lo derriben de un zarpazo, sin que luego nadie pueda decir que Rajoy esté libre de culpa, ya que su estricta obligación habría sido impedir a toda costa la promoción electoral del jefe valenciano. Pero Rajoy cree cabalgar en la grupa de la crisis económica en su apuesta por la Moncloa, convencido de que una mayoría de españoles ve la crisis, pero no ve ni su total ausencia de colaboración en la lucha contra la misma ni el océano corrupto de su partido. Pero no creo que los españoles sean tontos.