Definitivamente los políticos catalanes prohíben las corridas de toros en Cataluña. En su búsqueda de diferencias con España encontraron en los toros una mina, porque se puede acompañar de otros argumentos que «visten» la prohibición como lo es la protección de los animales, aunque resulta bastante incongruente ya que se protege y se fomentan otras fiestas, donde se castiga y humilla al toro, pero eso sí, en catalán, «Bou embolat», «Bous al carrer».

No es de extrañar, que en el caso de Cataluña, los políticos sean el segundo problema para los ciudadanos, en su búsqueda por la cuota de poder y más presupuesto se atreven a ir contra todo.

Poco les importa el desapego popular que hizo que sólo un tercio de la población aprobara el Estatuto. Saben que con propaganda y represión, al final, crean una corriente de opinión que lleva a que la mayoría cambie de idea. Hitler ganó elecciones y Franco barrió en el referéndum que hizo, no creo que sean buenos ejemplos.

La negativa a homenajear a los jugadores barceloneses ganadores del mundial, la prohibición de las banderas españolas en los taxis, son más ejemplos de ese fascismo de guante blanco que se apodera de una sociedad que un día fue cosmopolita y hoy multa a los comercios que usan el español o castigan a los niños por hablar el castellano en el recreo.

Que necesiten traducción simultánea para entender a un hispanohablante en el Parlamento catalán es otra memez de las muchas de los nacionalistas. Pero están sembrando discordia, provocar al resto de España para crear un sentimiento colectivo de víctimas en el que cosechar simpatías y votos.

Cualquier excusa les servirá para buscar diferencias, espero, por el bien de los catalanes que no la tomen con el jamón, producto español por excelencia.

Y los nacionalistas seguirán logrando que sean los descendientes de otras partes de España los que se radicalicen, para ellos seguir pareciendo moderados. Así Carod Rovira, un aragonés o Montilla, un cordobés, están en un Gobierno que fomenta barbaridades que nunca se le ocurrió a Pujol.

Y mientras tanto poco les preocupa la mancha de corrupción, que afecta a todos los partidos que han gobernado en Cataluña y que sin ningún pudor ocultan, desvían o minimizan para que no les afecte en su fiesta cotidiana. ¡Qué triste!