Todo sigue igual: el alcalde echándole la culpa a la Junta de Andalucía de lo que él no hace. La Junta culpando a D. Paco de lo que ella no ha hecho. Es decir: como mandan los cánones. Me gustaría que algunas cosas cambiaran. Un ejemplo: los accesos al Colegio de la Biznaga. Esos edificios, amplios, modernos, con más ventanas que alumnos, destacan, en las alturas del montículo del barrio de la Mosca, como un faro vigilante de la salud intelectual de sus colegiales. Magníficos docentes, magníficas instalaciones, pero el recinto tiene un defecto: el acceso peligroso. La estrechez de su carreterilla puede acarrear algún disgusto.

Porque –no hay más remedio que pararse a pensarlo– si un día ocurriera un accidente y para repararlo tuvieran que subir los bomberos, no hay ancho suficiente en la carretera para las cuatro ruedas de esos hermosos vehículos.

La enseñanza que se imparte en el colegio –lo digo con conocimiento de causa– es extraordinaria: pocos alumnos, magníficos profesores y un colegio magníficamente dotado con todos los medios que nuestra economía permite. Pero, vamos a ser precavidos y reparemos la carretera porque, dicen los antiguos, que «gobernantes cautos valen por dos». Solucionen esa carencia antes de que tengamos que lamentarnos.

¿No es una alegría que, como en Madrid y en Barcelona, nos estemos ahogando con la polución ambiental? Hemos crecido. Ahora todos van a tomar medidas para prevenir que nos salga la polución por las orejas. Y nosotros, que somos unos magníficos ciudadanos, nos lo creemos a pies juntillas. Porque, paisanos, la culpa de todos nuestros ahogos la tienen los coches. ¡Ea, como si anduvieran solitos!