En un lugar cotidiano, paso ordinario del devenir diario, se tiende una alfombra, y de repente, algo sucede. El cuidado que implica vestir una calle, transforma el lugar en un sitio especial por el que pasear. Me gusta el tratamiento que se le concede a los espacios públicos por este motivo. Pequeñas pero cariñosas acciones pueden volverlos mejores.

Sabemos detectar los lugares más valiosos del espacio público. No hay duda. Lo demuestra el modo en que se eligen como escenario para las principales actividades de la ciudad: Carnaval, Festival de Cine, Semana Santa, Feria de Agosto... lo que está igualmente claro es que muchas veces el uso que se hace de los mismos es pobremente cuantitativo: tantos metros, tantas casetas, carpas o tribunas y se olvida que también la arquitectura efímera es un acto de enriquecimiento o empobrecimiento urbano según el aprovechamiento que se haga de las cualidades arquitectónicas y monumentales del lugar. Por este motivo, las arquitecturas efímeras deberían realizarse con el mismo celo que las permanentes. Si lo pensamos bien, son éstas, en su continuo relevo las que ocupan periódicamente pero de forma constante el Centro Histórico de la ciudad. Son nuestra vestimenta. No nuestra esencia, pero sí nuestra imagen.

Recientemente, gracias a la valiosa rehabilitación de calle Alcazabilla, Málaga ha ganado un magnífico espacio de contemplación desde el que Teatro Romano y Alcazaba se muestran, por fin, como el extraordinario patrimonio monumental que son. Como decía Manolo Gallego, arquitecto Premio Nacional de Arquitectura: «Hay edificios que precisan un mayor espacio de respeto, de distancia, y de contemplación». Es una pena que con el Festival de Cine, el fondo monumental desaparezca tras una doble fila de carpas. No es lógico, ni acertado. Tampoco lo parece la pirámide de vidrio que, a cambio de acentuar unos restos menores, oculta una de las mejores vistas que se tenía del Teatro Romano, y repite el error del Centro de Interpretación, interfiriendo y obstaculizando la visión de lo verdaderamente importante. Nunca el marco de un cuadro ha de ocultar la pintura que enmarca. Málaga es una ciudad llena de buenas historias.