Un chiste de catalanes (como catalán, tengo bula para ello): Pervive en Cataluña la danza tradicional de la sardana, en que los más avezados cuentan los pasos para ejecutar con precisión los cambios de ritmo. Y un forastero que lo contempla, exclama: «¡Cómo sois los catalanes, que hasta para bailar tenéis que contar!».

El Centre d´Estudis d´Opinió, que depende de la Generalitat , acaba de presentar una encuesta según la cual el «sí» ganaría hoy en un referéndum de independencia. Con una participación del 71%, votaría a favor un 60% y en contra el 40% restante. Sin embargo, en la misma encuesta solo un 25,5% afirma que la independencia sea su modelo preferente. Para el resto es deseable alguna forma de vinculación española. ¿Cómo se conjugan unos datos en apariencia tan contradictorios? Ahí es donde volvemos al chiste de los catalanes que echan cuentas incluso para bailar.

Resulta que solo el 26% de quienes votarían por la independencia lo harían por motivos identitarios, mientras que la mayoría lo haría para aumentar el control de Cataluña sobre sus propios recursos económicos, y conseguir con ello más prosperidad y bienestar. Los impuestos son la clave: la mayoría desea que las administraciones catalanas recauden y decidan sobre la totalidad de los impuestos que pagan ciudadanos y empresas del territorio. Un buen argumento para el pacto fiscal que propone Artur Mas y que es una forma suave de hablar de concierto económico a la vasca, citado constantemente como modelo en los debates catalanes.

Existe, por tanto, un muy amplio convencimiento de que Cataluña sale económicamente perdiendo con el actual estatus, y ante una propuesta de segregación, ello es más determinante que la intensidad del sentimiento nacional. De la misma forma, si tal convencimiento se modificara, lo haría el independentismo de calculadora en la misma medida. Tal fragilidad explica la profunda reticencia de Artur Mas a convocar, de momento, ningún referéndum de independencia, pero la hipótesis de lo que ocurriría si lo hiciera es una baza que puede jugar cuando vaya a negociar un nuevo sistema de financiación con el gobierno que salga de las próximas elecciones generales.