El organismo de la Generalitat encargado de realizar barómetros de opinión pública ha preguntado a los catalanes, por primera vez, qué votarían en un referéndum sobre la independencia de Cataluña. Y los encuestados han respondido mayoritariamente a favor (43%), frente a los contrarios (28%) y los abstencionistas (23%). Más allá del resultado, lo relevante aparece escondido en otras respuestas.

Por ejemplo, el «sí» independentista es matizable, al observarse que sólo un 25% de los interrogados apuesta claramente por un Estado independiente, frente a la autonomía (32%) o la pertenencia a un Estado, dentro de una España federal (33%).

Más significativo es por qué la mayoría de catalanes votaría «sí» a la secesión. Si los partidarios de seguir en España esgrimen el mantenimiento de la unidad del país, los independentistas apelan a argumentos… pecuniarios (como una mayor capacidad de autogestión económica y más posibilidades de prosperidad).

Esta puede ser la clave futura del debate Cataluña-España. Ante la era de escasez entrante (con pocos recursos públicos y menos ayudas europeas), se cuestionará (aún más) la solidaridad de las zonas ricas con las menos favorecidas. De ahí que dirigentes catalanes, por ejemplo, no dejen de criticar la construcción de AVE en zonas deficitarias (como se ha visto con el cierre de la línea en La Mancha). A escala, se reproducirán los reproches de los «hacendosos» países del norte de Europa (Alemania y demás), que no quieren financiar a los «despilfarradores» del Sur (PIGS).

Y esto pasará tanto si el PP gana por mayoría absoluta como si no. Podría pensarse que, si sucede lo primero, CiU ni siquiera obtendrá su petición básica, el pacto fiscal (o concierto económico encubierto). Es posible. Pero entonces crecerá ese grupo que hace mayoritaria la independencia… por «el maldito parné».