El director artístico del Museo Picasso Málaga, José Lebrero, seguirá –al menos por el momento– en su cargo de la pinacoteca del palacio de Buenavista. Hace hoy justo una semana que el patronato del museo resolvió no considerar el cese del gestor catalán a petición de Christine Ruiz-Picasso, que sostenía que la exposición Viñetas en el frente traía consigo una utilización y una intención política.

La nuera del pintor se sintió defraudada por Lebrero y pidió su cabeza en una carta remitida a Paulino Plata –a quien le espetó a viva voz su negativa a inaugurar la señalada muestra: todo un espectáculo, según los testigos–. El mundo de las artes plásticas de la ciudad se movilizó inmediatamente en favor de la independencia y la contrastada solvencia profesional de Lebrero, que al final salió airoso del ataque de furia de Christine gracias, sobre todo, a la mediación del hijo de ésta, Bernard. Los actores secundarios de esta repentina art movie, es decir, Christine, Bernard y Plata, se sentaron en una mesa para explicar al mundo que bueno, que la Junta y la familia Picasso mantienen un matrimonio en el que, como en todos, a veces se discute acaloradamente. Nadie pidió disculpas y nadie detalló las razones de la crisis, aireadas por los medios de comunicación. En el juicio sumarísimo sobre su continuidad o no, José Lebrero se sentó con el resto del público. Una vez acabada la función declinó hacer declaración alguna. Y hasta hoy.

Lebrero ha impuesto su particular ley del silencio. Rehusa comunicarse. Y lo que es peor, no ha hecho público su agradecimiento a aquellos que se posicionaron en favor de su causa. Sí que ha dado las gracias a título personal a algunos de los rostros conocidos que se manifestaron a las puertas del museo, pero ha dejado plantados a los anónimos ciudadanos que empatizaron con lo absurdo de las razones por las que estaba siendo atacado. Los hubo que incluso se pegaron una pegatina en el pecho que decía: «Contra la destitución de José Lebrero». La desilusión se ha hecho evidente en algunos de estos guerrilleros sin rostro que fueron al frente a defender unas viñetas y regresaron con una en la frente que rezaba: «Sin comentarios».

Quizás crea Lebrero que el ocioso estío le ofrecerá la protección que no tuvo la noche del solsticio de verano, en la que a punto estuvo de acabar en la hoguera. No sé. Me cuesta creer que un hombre que ha estado al frente del Macba y del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo piense que los problemas se van con el mutismo. O que no sea consciente de que una política de comunicación opaca, oscura y cerrada a cal y canto es el mejor alimento de las conjeturas y la rumorología. Dicen que el silencio es un amigo que nunca traiciona. No lo creo. Hay silencios que cuentan más que toda la obra de Dostoyevski. Me inclino a pensar que el director artístico del Picasso no quiere más enfrentamientos con los herederos del pintor y que desea que todo vuelva a la normalidad lo antes posible. Seguro que lo conseguirá. Una vez que se explique.