El análisis político se basa en distinguir el momento en que un Gobierno lo hace todo mal –que suele coincidir con su creación– del instante en que el electorado decide que todo lo que haga el Gobierno estará mal, véase Zapatero en la actualidad. La descomposición del ejecutivo se hace insoportable cuando unas vacaciones inocuas desatan una polvareda, caso de Leire Pajín en la incomprensible «residencia exclusiva para funcionarios de Sanidad» en Menorca. Mientras se limitan los privilegios del disfrute costero incluso a los militares, surgen nuevas castas funcionariales que reclaman prebendas caciquiles. Por cierto, ¿quién ocupará este año los faros?

Nada de ello hubiera sucedido sin el bikini. El laberinto burocrático del lazareto menorquín se ilustra sistemáticamente con las imágenes de Leire Pajín en bikini, que han elevado a nuevas cumbres la pasión de internet por el lenguaje obsceno y han agotado las metáforas adiposas. El dos piezas le ha sentado fatal a la ministra de Sanidad, porque el erotismo ha desaparecido de la vida íntima pero arrasa todavía en sociedad. Es probable que Berlusconi haya distraído millones de euros, pero la atención se polariza en torno a la agitación del bunga bunga.

El lazareto de cinco estrellas ha infectado a Leire Pajín. Hace cuatro años, su bikini se hubiera asociado a la lozanía del zapaterismo. Hoy alienta un escándalo artificial porque cautiva más que el titular Ministra del PSOE veranea con tránsfugas socialistas, aunque sean sus padres. Un bikini aún resulta provocador en 2011, cuando las sentencias del Supremo incluyen el top less en la normalidad ociosa. En cuanto a los obsesos sexuales disfrazados de moralistas, una playa concurrida no es vida privada, y una ministra mucho menos. El atribulado Ministerio de Sanidad argumenta que cuatro ministros se asilaron en el lazareto antes que Pajín, sin que tampoco mejorara apreciablemente su gestión. Otra prueba de que el PSOE sigue al margen del diferencial de la indignación, más disparado que el diferencial de la deuda.