Los empeñamos a favor del dinero contra la vida. Un ejemplo casi infantil es el de la subida de pasajeros en los autobuses de la Empresa Municipal de Transportes a medida que la crisis muerde en carne ciudadana. Pues el hecho de que abandonemos el coche y usemos más el autobús, sólo eso, mejora el medio ambiente, nos hace relacionarnos mejor, contribuimos a fluidificar el tráfico y ganaremos en salud al andar más entre origen y parada de ida y luego entre destino y parada de vuelta y de nuevo desde ahí caminar, aunque sea más o menos poco, hasta llegar a casa.

El dinero contra la vida también cuando el afán de ganar más nos vuelve infelices cotidianos, depredadores por mantener nuestro recién adquirido nivel de vida para ir siempre en coche ahí al lado. Me dice el profesor Emilio Duró, el reputado economista optimista que ayer daba una de sus atractivas conferencias en Málaga, que demasiada gente que aún conserva un trabajo bien remunerado lleva media vida hablando mal de él, y sin embargo no haría cualquier cosa por perderlo.

La semana pasada, me dice, «estuve en un hospital con enfermeras que cuidan de niños diabéticos –un padecimiento que se ha disparado en parte por los índices de colesterol arterial que traen la mala alimentación infantil y la vida sedentaria de los críos frente al ordenador y la televisión–, y observé que eran muy felices con lo que hacían, a pesar de que pude comprobar que ganaban un sueldo modesto».

Según el neurólogo malagueño Juan Manuel Pascual, director de la sección de enfermedades raras en la universidad de Texas, si el dinero que se destina para inversiones de carácter más político que productivo, se destinara a la investigación contra el cáncer, premiando la mayor formación de los investigadores y comunicándoles mejor entre ellos, se avanzaría mucho más de lo que se ha avanzado, que para él es poco. También el doctor Pascual repite eso de que se puede hacer mucho más pero los políticos ya sólo miran a corto plazo (lo mismo que parece opinar, de manera reiterada y preocupante, una cuarta parte de los españoles que ha vuelto a señalarles como el principal problema en el último sondeo del CIS).

Dinero contra la vida y contra la credibilidad de quienes nos gobiernan para vivirla de manera socialmente organizada y sostenible. Dinero para la nueva directora del FMI, Christine Lagarde, ese organismo creado para paliar la hambruna en el planeta y equilibrar las desigualdades económicas. 467.940 dólares –un 11% más de lo que percibía Strauss-Kahn– y una paga adicional de 83.760 dólares, todo ya libre de impuestos, que minan ante la ciudadanía atónita que sigue tragando la credibilidad del todo por una parte.

Un sueldo defendido por el organismo contra quienes denunciamos, «demagogos», su ejemplar improcedencia frente a los sueldos medios de los que aún conservan sus también importantes trabajos. Como esas enfermeras que mencionaba el economista Duró, por ejemplo?