En las asambleas del movimiento 15-M no había proyecciones de powerpoint. No podía haberlas por varias razones. Porque no había proyectores ni pantallas instalados en medio de la plaza. Porque a pleno día las diapositivas se ven fatal. Porque en una asamblea improvisada, un pase de diapositivas suena a premeditación. Y quizás porqué el powerpoint es visto por muchos como un instrumento que disuade la discusión y facilita el adocenamiento, o que disimula la falta de un verdadero discurso.

De esta convicción ha nacido en Suiza el Partido Antipowerpoint (APPP), un movimiento que se declara internacional y que tiene por objeto «influir en la opinión pública para poner fin a la pérdida de tiempo en la economía, la industria, la investigación, y las instituciones educativas».

Y añade: «se prestará especial atención a los perjuicios económicos resultantes de las presentaciones con powerpoint», marca que es mencionada «como representativa de todos los softwares de presentaciones».

De nada, demasiado, dice el clásico, y los críticos se dirigen contra el abuso de las presentaciones. Es decir, contra aquellas que solo proyectan frases repetidas por el orador, como si el objetivo fuera hipnotizar el auditorio con la duplicación del mensaje, oral y visual, y el obligatorio oscurecimiento de la sala. Para más inri, luego se entrega una carpeta con las diapositivas impresas, que gasta treinta folios para unos esquemas que cabrían en dos páginas.

«No decimos que todas las presentaciones con powerpoint sean malas (nada más lejos), sino que el 95% de las presentaciones, incluso si las disfrutamos, habrían sido mejores sin powerpoint», afirma el nuevo partido, que promoverá un referéndum como forma de agitación y pide que en las escuelas primarias se enseñe a argumentar sin muletas. «Son las personas quienes convencen, no las técnicas».

En las plazas del 15-M, los indignados discutían sin diapositivas, y nadie duda de su poder de convicción: el CIS acaba de certificar que nos caen bastante más simpáticos que los políticos. Pero tampoco se usan en el Congreso de los Diputados, y no consta que su ausencia facilite la calidad del debate. Tal vez con proyecciones llenas de dibujitos sus señorías se enterarían de algo. O tal vez aprovecharían la oscuridad para dormir a pierna suelta.