Hay personas cuyo interés se dispara a raíz de su fallecimiento. Así ocurre con el archiduque Otto de Habsburgo-Lorena, que ha muerto esta semana. Aquí llega el punto crucial de este artículo, porque junto al aristócrata se traspasan un centenar de títulos que amontonaba «de derecho y por la gracia de Dios», según consta en la monumental esquela mortuoria. La enumeración de los imperios, reinos y ducados desbordaría esta columna, aunque resultaría a cambio más fascinante que su contenido de autor.

Llamadle Otto, si lo considerábais un amigo o si os habéis enrolado orgullosos en el gremio de «sus leales europeos». Los enemigos deberán recitar la letanía de títulos hasta memorizarla, lo cual nos conduce a una duda existencial. ¿Recordaba Otto todos su honores, y se veía con capacidad para repasarlos sin descontarse, incluso cuando sus neuronas casi centenarias perdieron la elasticidad que no se recupera ni bañándose en sangre azul?

El árbol genealógico de Otto era una jungla amazónica pero, al igual que ocurre en el historial amoroso, a menudo es conveniente una poda que elimine a los amantes engorrosos del listado oficial. En cambio, el valiente archiduque no expurga ni una sola de las geografías de su biografía. Se proclama orgulloso Gran Príncipe de Transilvania, un honor de resonancias vampíricas que convendría excusar en determinados salones.

En las cenas de alcurnia brota a menudo el comezón de una duda, ¿quién diablos será el Rey de Jerusalén? Otto, sin duda, por lo que israelíes y palestinos deberían honrar su memoria firmando una paz eterna, y rindiendo vasallaje al sucesor. El inevitable escoramiento tridentino del personaje se escudaba en su título de Príncipe de Trento. En estos tiempos de corrección política, se precisa coraje para reivindicar siquiera póstumamente el título de Duque de Auschwitz.

Otto podía investirse cada día del año de un título distinto, y le faltaban días. Ostentaba un ducado de la Alta y Baja Silesia, ni un centímetro cuadrado sin rotular. Cada riachuelo y colina ascendían a condados. Recordemos que los royals ingleses también son Habsburgo, rebautizados Windsor para disimular que los alemanes reinan en Londres. Y por supuesto, Otto es asimismo una abreviatura de su verdadero nombre, Francisco José Otón Roberto María Antonio Carlos Maximiliano Enrique Sixto Javier Félix Renato Luis Cayetano Pío Ignacio. Descansen en paz.