A medida que se acercan las elecciones generales (¿en noviembre? ¿en marzo?), empieza a verse la estrategia del partido gubernamental para salvar los muebles: una mezcla de medidas efectistas y retórica demagógica. La oposición no necesita recurrir a ello porque le ha bastado con que la crisis se comiera a Zapatero, mientras Rajoy aplicaba la consigna de su asesor, Pedro Arriola, cuando le dijo aquello de «Mariano, no hagas nada. Meteos en la cama hasta 2012».

Así, ¿qué hace Alfredo P. Rubalcaba para reactivar a la desmotivada base socialista? Pues prometer 8.000 millones de euros adicionales para la sanidad pública autonómica (da igual si, con ello, empeora el déficit y, como consecuencia, nos masacran «los mercados») o sugerir una inminente supresión del canon digital (coincidiendo, curiosamente, con el arresto de la cúpula de la SGAE, uno de los entes más odiados por grupos que apoyan al 15-M).

Aunque lo más curioso ha sido observar como el ya candidato socialista aplica una retórica «a lo Robin Hood» contra otra de las bestias negras del 15-M: la banca (curiosamente, también coincidiendo con la denuncia de la Fiscalía Anticorrupción contra Emilio Botín, por presunta evasión fiscal). Ahora, Rubalcaba o José Blanco acusan a la banca «de dar hipotecas de alto riesgo a gente que no podía pagarlas». Pero, ¿por qué no se decía esto en 2005 o 2006, cuando todos estaban contentos de que se construyeran más de 700.000 viviendas anuales y eso hacía bajar el paro y acercaba el país a la Champions League de las economías mundiales? ¿Por qué no se dice que, sin ese crédito, no se habría disfrutado de los boyantes años de la burbuja? Todo sea por halagar los oídos del indignado y, cada vez más, empobrecido votante.