Uno pues, de tarde en tarde, se sigue sorprendiendo de las cosas que ocurren en este país. Que Rubalcaba haya encendido la mecha y puesto los focos apuntando de manera directa hacía los sueldos de los directivos de la banca, es sin duda oportunismo, aunque con matices que intentaré glosar en este artículo.

Antes de nada hay que marcar una línea clara y separar lo que son directivos de la banca que no han tenido que acudir al Frob; en cambio, al otro lado de la línea los que sí han tenido que acudir a este vehículo financiero que se nutre con el dinero público. En efecto, me estoy refiriendo a los directivos que lideran antiguas cajas, hoy ya bancos o están en proceso de serlo, cuya situación está en entredicho y su nivel de morosidad, core capital y demás indicadores les ha llevado a pedir grandes cantidades al Frob.

A estos últimos el Gobierno debería imponer unos estándares de retribución para evitar sueldazos y bonus que están provocando alarma social, y con razón. Por el contrario, hay que reconocer la buena labor de los directivos de la banca que con su saber hacer están consiguiendo aumentar los beneficios de la cuenta de resultado de su entidad año tras año, y lo que es mejor no han tenido que acudir a pedir ayuda a las administraciones. Entonces ¿qué razón tendría penalizar los sueldos a estos últimos?

Nos equivocamos echando la culpa en solitario de esta crisis a la banca. Todos los agentes sociales, económicos y los gobiernos han contribuido a que esta crisis se dé. Es cierto que algunos por acción y otros por omisión, y no es menos cierto que el sistema financiero algo más podía hacer para que nuestra economía salga de la parálisis en la que se encuentra. Pero no olvidemos el papel de la banca y de las cajas en los últimos treinta años, en lo que viene siendo el soporte vital de la modernización económica y social de este país. ¡Quién me lo iba a mí a decir! Que terminaría siendo el defensor del papel de las entidades financieras…

Para precisar diré que cometería el Gobierno un craso error tirando los trastos a la cabeza a un sector de actividad como es el financiero. El proceloso negocio bancario de hoy es muy sensible a la hora de ofrecer credibilidad en sus fuentes de liquidez y desarrollar su ardua tarea de intermediación. Sea como sea, no es el momento de poner a la banca española a los pies de los caballos, ya que está ante la reválida del test de estrés que impone el regulador bancario europeo. Un apunte al respecto.

Es increíble que las entidades financieras españolas vean denegada su reclamación de asimilar a fondos propios las reservas genéricas acumuladas, que actúan como un colchón anticíclico y que sólo se da en nuestro sistema financiero. En estas lides debe estar el Gobierno y el Banco de España a la hora de defender los intereses de la banca española, frente al indubitado test de estrés. Pero como dice el refranero, en todas partes cuecen habas, y en Europa también. No en balde, hemos perdido una batalla antes de comenzarla, al no haber defendido con denuedo las reglas del juego. Esto es España, nos desgastamos luchando entre nosotros y mientras dejando que nos roben la cartera.