Se conmemora. Esta semana hace un año que la roja –con permiso– culminara a este país, funámbulo del balón en su largo deambular, en un cuento de nunca acabar que halló el fin: España campeona del mundo del deporte monarca. Paroxismo y surrealismo en un momento que nos alejaba de los más recónditos sufrimientos de la existencia cotidiana, al menos por un tiempo cierto, escueto, pero veraz.

Y de una marea, un año después, nos sumergimos en otra con el mismo color: Málaga a la cola del PIB per cápita; la Junta ordena el cierre provisional de los nueve caladeros de moluscos bivalvos de la provincia, tras un aumento de la toxina PSP responsable de la aciaga marea roja en coquinas, conchas finas y chirlas; el metro; la peatonalización de la Alameda Principal; la verja del puerto; los trámites en años del cuarto número primo (7) para la aprobación del PGOU… Continúo delineando tan solo con el surrealismo del primer párrafo.

Cuando un recién inaugurado y ansiado museo –Carmen Thyssen– cierra el séptimo día de la semana da qué pensar: cansancio del recién rehabilitado edificio por el nuevo tráfico de personas y su pasear por sus salas transeúntes; absentismo de sus trabajadores convulsos ante una pandemia de calor; información imprecisa –no reproducida con toda claridad por la prensa local, guías turísticas y folletos– invitándonos a habitar este espacio que se halla con la noble puerta cerrada. Nos sentimos impotentes al no disfrutar lo anhelado en una mañana de domingo estival –tiempo preciso para muchos para aliviar el calor de la curiosidad y alentar la proyección que nos da el arte.

¿Cómo un marco referente para nuestra ciudad puede estar cerrado un domingo del mes siete? Surrealismo pleno. Parafraseando a Frida Kahlo, pintora mexicana, la pintura completa nuestra vida estos días de canícula y agasajo. ¿Quién no ayuda a culminarla?