Desacreditadas casi todas las demás recetas, algunos economistas hablan ahora de la «confianza» como un valor a tener en cuenta a la hora de prever los acontecimientos. Es tanto como decir que los estados de ánimo pueden llegar a influir en la marcha de los negocios y en las restantes actividades relacionadas con la economía. En el caso de España, si llevamos este aserto al mundo de la política, habría que concluir que al presidente Zapatero la única salida razonable que le queda es dar por terminada la legislatura, convocar elecciones –mejor en octubre que en noviembre– y abandonar el escenario ahora que sabe por las encuestas que hasta sus seguidores han abandonado el teatro.

Tal y como están las cosas –prima de riesgo y deuda entrelazadas en una espiral diabólica que amenaza con precipitar en forma de «tormenta perfecta»–, ni la ministra Salgado ni Miguel Sebastián, único economista de fuste entre los ministros del último Gobierno de Zapatero, disponen ya de crédito y margen de maniobra para transmitir a los inversionistas extranjeros una señal capaz de apaciguar las aguas. Grecia es la tea que ilumina un escenario de riesgo de intervención al que España está demasiado expuesta. Un cambio de gobierno, en principio, no garantiza la salida de la crisis, pero, a la vista de la impotencia del que tenemos ahora, sería visto –dentro y fuera– como un paso dado en la buena dirección.

Seguimos teniendo casi cinco millones de parados y más que castigar a los bancos con un nuevo impuesto –que tardarían horas en trasladarlo a las comisiones que cobran a sus clientes– parece que es hora de cambiar de filosofía. Favorecer el crédito para que los medianos y pequeños empresarios puedan crear puestos de trabajo o mantener los que tienen. Tengo para mí que a la vuelta de Bruselas, en el último pleno del Congreso antes de las vacaciones de verano, Rodríguez Zapatero quizá aproveche la ocasión para explicar los detalles del nuevo plan de rescate para Grecia y comunicar a la Cámara la novedad que en este momento más interesaría a la mayoría de los españoles. Hablo de la fecha de las elecciones. En octubre, mejor que en noviembre.