Con el colmillo retorcido por la política habitual, merece la pena alegrarse, sin embargo, por el feliz desenlace en el asunto del Campamento Benítez. Si se confirma definitivamente la renuncia a los aprovechamientos urbanísticos que pretendía del Ayuntamiento malagueño el Ministerio de Fomento, a cambio de ceder al fin los terrenos del Campamento Benítez para que se conviertan en un parque que disfruten por igual malagueños y visitantes. Uno no sabe ni importa demasiado si la Junta de Andalucía, en la persona de la nueva delegada de Gobernación en Málaga, Remedios Martel, está practicando la estrategia de la piña con el Ayuntamiento en asuntos como éste, para mitigar la mala imagen de la institución andaluza en la confrontación habitual con el ayuntamiento popular.

Lo que sí sabe uno es que la confrontación sistemática y habitual entre dos partes, por pura estadística, en ocasiones perjudicará a la ciudad, bien sea por la negativa de oficio partidista de un lado o del otro. Dame 76 millones de euros en compensaciones urbanísticas a cambio de que te financie una parte del parque, venía a decir el Ministerio en este asunto. Algo del todo incomprensible para una ciudadanía que, tirando de sentido común, no consigue acostumbrarse a que las instituciones que son de todos, y que financian sus inversiones con dinero público, se comporten entre ellas como empresas de derecho privado en asuntos como un parque. Algo parecido ocurrió con los dineros a cambio de los aprovechamientos urbanísticos que también pretendía Adif, el administrador de infraestructuras ferroviarias, por entregar el recuperado espacio urbano sobre las vías ya soterradas del AVE a su entrada en la ciudad. Razones lucrativas y políticas que la razón social no entiende.

Y ya que hablamos del Comandante Benítez, el Ateneo anda esta semana recordando el 90 aniversario del desastre de Annual, aquel episodio de la guerra de África que embarcó en el puerto malagueño a tanta carne de cañón joven que no podía pagar para librarse de morir en el Rif, estoqueada y torturada por las huestes del temido Abd El Krim.

Y también este martes se recordaban en Málaga los 75 años del alzamiento militar, aquel 18 de julio, que trajo una guerra civil al calendario no sólo de las derrotas de España, sino de su fracaso como estado de todos los españoles. La presentación del libro para jóvenes y no tan jóvenes La guerra de mi abuelo, del malagueño afincado en Bruselas Leonardo Cervera, concitó a decenas de españoles distantes, pero no tan distintos. La generosidad de dos abuelos ilustres, firmes como clavos, pero flexibles como juncos en la tertulia, el fiscal Martínez Zato, y el exalcalde malagueño Cayetano Utrera, niños de aquella guerra que hoy lamentablemente no conocen nuestros niños, demostró que en la búsqueda del consenso de caminar juntos por una calle Larios que ya no está en llamas, conseguimos un parque donde antes hubo un campamento militar.