Ya lo decía Juan Carlos Aragón. El problema es que a la gente lo que más le interesa es la boda de un matavacas con la hija de una duquesa. Bueno, ahora directamente la de la duquesa, que parece que en esa familia se van turnando para casarse y separarse. Nos quedamos en la superficie, en lo que le pasa al otro para no mirarnos. También en Málaga nos quedamos con lo superficial, en temas que al final da igual lo que se diga.

La cuestión es marear la perdiz. Asuntos como la segunda torre de la Catedral, la cicatriz del Guadalmedina y que se ha subvencionado a Prendimiento y Mena en la JMJ, temas de debate televisivo que generan ruido y mucha bilis pero no producen nada. Temas que sabemos que es imposible que acaben en nada productivo, porque no se pueden cambiar o porque da igual que lo hagan, y lo más importante es que realmente a la gente no les importan, pero parece que sí interesa que se hable de ellos.

Debe hablarse de cómo paliar la situación económica, y quizá lo que más importa ahora es no importunar empezando por el día a día en el que los bancos que tienen que acabar con la sequía monetaria, dedicarse a prestar dinero, han pasado de prestárselo a cualquiera a no dárselo a nadie. Y ni tanto ni tan calvo. Debemos continuar por las administraciones.

En serio, no es lógico las trabas que alguien con conocimiento y ganas pasa en esta ciudad para emprender un negocio, desde un pequeño bar hasta un pequeño gabinete de servicios las trabas son innumerables. A veces dan ganas de mirar para atrás y buscar la cámara oculta en el vestíbulo de Hacienda, cuando el funcionario de turno te dice una cosa y la contraria en la misma conversación.

Probablemente él no tenga culpa, pero el tinglado que hay montado de licencias, permisos, tasas, registros, certificados, notarios... no es normal, parece una prueba del juego de la oca. Por eso dan ganas de tener un gran cartel que ponga «No molesten».