Pues menos mal que iba a ser una campaña anodina. La juez Alaya envía a prisión al exdirector general de Trabajo, Javier Guerrero, putero confeso con fondos públicos, aficionado al polvo blanco y que pretende arrastrar en su caída a todo el organigrama. Al orbe. A Julio César si hiciera falta. Guerrero dice que hasta el Tato estaba al tanto de lo que se cocía en la Consejería, con ese reparto de fondos y jubilaciones a afines y amiguetes. Y no se corta en implicar a consejeros, a Chaves, a Zarrías, al mismísimo Griñán… La cosa parece no haber hecho más que empezar.

Alaya dosifica el asunto al compás electoral y los populares dejan de atacar con el tema, que ya va de suyo y copa por si sólo los noticiarios. Pero, además, segundo elemento para animar la campaña, Arenas anuncia que no irá a un debate con Griñán. No es caso que pudiéramos definir como de jindama, canguelo, acongoje o sentimiento similar al de Curro Romero ante la mirada de un Mihura, más parece que es una pataleta faltona. Arenas dice que no debate porque Canal Sur no es neutral. Hombre, Canal Sur podrá tener la línea que tenga pero no nos imaginamos a un moderador de la casa poniéndo zancadillas a Arenas, a un realizador tratando de pillar al líder de los populares hurgándose las narices o al de sonido apagando el micro cuando el de Olvera ponga a parir a los socialistas.

Arenas hurta un espectáculo, un elemento esencial a la democracia en cualquier campaña, nos resta que los veamos cara a cara y sin intermediarios para un mejor escoger. Los debates deberían ser obligatorios, pero de momento lo único obligatorio es que se nos quede cara de póker cuando vemos esos debates en Francia, Inglaterra o Estados Unidos.

Estos días sin ir más lejos, ese de Sarkozy, nervioso, apabullado por el rival pero peleón también él a ratos y confesando como golpe de efecto que si pierde las presidenciales abandonará la política. Claro que también es cierto que en su mayoría en esas ilustres naciones citadas, los políticos llegan al cargo con formación suficiente como para, digamos, articular un discurso coherente de cinco minutos a base de sujetos, verbos y predicados. Aquí llegan y tienen que hacer un master.

En tercer lugar, tenemos quizá el elemento más importante: el anuncio de huelga general, día 29, que irrumpe como un bombazo. En la izquierda hay quien estima que la huelga debería haber sido convocada antes de los comicios andaluces para que tuviera un efecto revocador del avance de las derechas, si bien el solo anuncio de la misma ya surte un efecto movilizador, da idea de que no todo es docilidad y acatamiento. Eso por no hablar de que tal vez pudiera poner nervioso a los populares y quizás por eso cometieran algún error. No ir a Almería cuando el mitin era en Huelva o llegar a las cinco cuando la cita era a las cuatro, no. Nos referimos a ahondar en los mensajes relacionados con la economía, la reforma laboral y el clima social y meter así en la agenda lo más pernicioso para ellos.

Estaríamos así ante una campaña no como la planificaron los cerebros populares, tranquila, sin estridencias, con mucha presencia de líderes nacionales y pasando de puntillas por lo que puede venir el 25, unos presupuestos brutalmente restrictivos. De hecho, ya conocemos que la inversión pública va a sufrir un tajo del cuarenta por ciento.

Hoy se darán a conocer sondeos, lo que acrecientará el nerviosismo de todos. Parece que esta es una campaña de las decisivas. Si una campaña mueve, dirige, decide, a decir de los expertos, entre un tres y un diez por ciento del voto, aquí se está jugando por muy estrecho margen. Ahí están los guarismos, con un PP dando entre 54 y 55 escaños, o sea, en el límite.

En cualquier caso, también podrían los acontecimientos y la propia evolución de la campaña, hacer que se acentuara una de las dos famosas tendencias, la del vagón de cola, todo el mundo subiéndose alcarro ganador, ergo, victoriazo del PP, o la del perro apaleado, esto es, apiadándose el electorado del no favorito, que además lleva dos bofetones consecutivos en las urnas. Todo esto con permiso de la juez