Estimado presidente de la Junta de mi querida Andalucía, mi más cordial enhorabuena, aunque no sea la mejor hora. El momento comporta grandes retos y el camino para alcanzarlos estará plagado de minas y también de oportunidades. Mi sincera felicitación por haber obtenido la confianza de los ciudadanos. Mi carta podría resumirse en una sola petición: que los andaluces vuelvan a sonreír, que recobren la confianza, que entiendan que la única tragedia sería no luchar para salir reforzados de la crisis, que disfruten con el trabajo bien hecho y que se enorgullezcan de que Andalucía pronto recupere la senda para converger y pelear por el pelotón de cabeza.

Pero por exigencias del guion debo centrar mi carta petitoria en el área de las infraestructuras, y en ese ámbito seguro que estamos de acuerdo que son una palanca para lograr los grandes objetivos de cohesión territorial, el bienestar social, la generación de riqueza, el aumento de la competitividad y la ansiada convergencia real con los países de nuestro entorno. Las infraestructuras de comunicaciones, transporte, las del ciclo integral del agua y energéticas, así como las vinculadas a la protección ambiental deben ser un objetivo irrenunciable por su papel determinante en el desarrollo económico y la satisfacción de los derechos sociales. Eso sí, aplicando con todo el rigor el concepto de sostenibilidad en términos de utilidad, eficiencia, reducción de energía y cuidado del medioambiente. Son tiempos de un nuevo estilo de gestionar aplicando la inspiración y la creatividad.

Sí, ya sabemos, ¡cómo para no enterarnos! La prima, el déficit, la deuda, en fin que no tenemos un euro. Y parece que para inversión en infraestructuras menos todavía: nos desayunamos la noticia, ¡reducción de un 40%! Parece que es más fácil pegar un tajo gordo de una partida gorda que andar rebañando de mil partidas de gasto corriente conflictivas e impopulares. Hombre, tenemos que distinguir entre inversión productiva y gasto puro y duro. Y para colmo se nos van a ir acabando las ayudas de Europa. (Permítame, presidente, una digresión para pedirle que haga un esfuerzo para inculcarnos que «todas las ayudas son bien recibidas, pero la mejor ayuda es siempre la de uno mismo», uf ¡Cuánto avanzaríamos!).

Con este escenario, tenemos que agudizar el ingenio porque a los beneficios indudables de las infraestructuras a medio y largo plazo, debemos tener en cuenta que es la mejor receta anticíclica, para en el inmediato plazo generar actividad y, por tanto, empleo que es la madre de los objetivos a corto plazo y entrar en el círculo virtuoso de la confianza y el dinamismo económico. Además, los expertos nos indican que la tasa de retorno vía impuestos de las inversiones públicas está en torno al 80% de forma directa y se acerca al retorno total contando la recuperación indirecta. Pido por todo ello encontrar fórmulas complementarias a los presupuestos del Estado, como por ejemplo la participación del sector privado, de la que tenemos tímidos ejemplos y en lo que habría que profundizar para impulsar la economía y cortar la sangría de destrucción de empleo en el sector de la construcción.

Hablemos ahora de Málaga, cuya economía se sustentaba en dos pilares: turismo y construcción. Hoy sólo queda uno, el turismo, es decir tenemos una economía «monopie». Debemos cuidar el único pilar sólido que nos queda. Nuestra provincia es un referente turístico a nivel internacional y al mismo tiempo que crea riqueza demanda infraestructuras y servicios como respuesta imprescindible para sostener un nivel de calidad cada vez más exigente. Es justo reconocer el impulso inversor público en los últimos años concentrado en grandes actuaciones en el aeropuerto, el AVE, el metro y las autovías, que han reforzado a Málaga como un destino excelentemente comunicado con el exterior. Esta conectividad permite la eficiente llegada de turistas, a los que debemos ofrecerles soluciones de continuidad en la movilidad interna y otros servicios eficientes para su estancia gratificante. Necesitamos por tanto completar la faena y no olvidar que quedan pendientes otros proyectos prioritarios para la provincia en materia medioambiental y movilidad interna. Y la realidad es que hemos venimos sufriendo fuertes y sucesivas caídas en las licitaciones en los años precedentes que han cortado bruscamente la dotación de infraestructuras como vamos a ver en los contundentes datos siguientes.

En 2007 la licitación pública total ascendió a 1.469 millones de euros; en 2008, a 1.027; en 2009, a 1.023; en 2010, a 658, y en el pasado 2011 no ha llegado a los 300 millones de euros. Veamos los datos relativos más reveladores: en 2011, la licitación pública cayó en Málaga un 56% sobre 2010 y un 80% sobre el año 2007, mientras que en España la caída fue del 48% y 66% respectivamente. Y para mayor claridad del extraordinario descenso en Málaga de las licitaciones, la participación porcentual sobre el conjunto de España fue en 2007 del 3,6%; en 2010 del 2,5% y en el pasado 2011 del 2,1%. Como vemos caemos en picado, el duro castigo hay que pararlo para no mandar a más gente al paro.

Es cierto que tras las potentes infraestructuras realizadas no se han generado nuevas ideas y no estamos sobrados de proyectos, por lo que es el momento de ponernos a trabajar en ello. No obstante, no debe ser argumento para dejar de acometer las actuaciones más urgentes que sí están disponibles para poder licitarse, pues llevan años en el banco de la paciencia y así sostener mínimamente el pulso de la inversión pública en obras claramente útiles y rentables social y económicamente, con el importante valor añadido de evitar mayores descensos en el PIB provincial y en el empleo.

Casi me olvido, una carta a los magos de oriente, que tienen tantos encargos debe ser clara y concreta, así que voy a empezar con la lista. Empiezo con el tren litoral de la Costa del Sol, paradigma de transporte público sostenible y rentable. Tiene un alto coste pero no se trata de hacerlo de golpe, sólo que arranque y dé pasos firmes y comprometidos. Hay tramos entre Fuengirola y Marbella, eje esencial de la Costa, ya adjudicados sin dotación presupuestaria. Continúo con el saneamiento integral. No parece necesario verter argumentos conocidos de sobra, es inadmisible su demora e incumplimiento fragante con la normativa y con el sentido común. Garantizar el abastecimiento de agua en una provincia eminentemente turística es irrenunciable. Otra actuación indispensable es terminar el único tramo de autovía pendiente A-7 Nerja-Adra para unir las dos provincias más dinámicas del arco mediterráneo andaluz. Además, la red interior de carreteras es un complemento vertebrador de nuestra provincia.

En cuanto a Málaga capital tenemos dos actuaciones muy sensibles para la ciudadanía, un deseo clavado en el ADN de los malagueños: el río Guadalmedina, complejo y costoso. Lo importante es que el concurso de ideas sea un paso con solución de continuidad, es decir que se establezca una hoja de ruta y se vayan dando pasos firmes, y no vuelva a quedar en agua de borrajas. ¿Sería buena solución un consorcio entre las AAPP? La otra, los Baños del Carmen. No es de elevado presupuesto, perfectamente abordable y daría felicidad a una zona, seña de identidad de Málaga degradándose por momentos. Macrohospital o la solución técnico-sanitaria más eficiente, campamento Benítez, Arraijanal y el Auditorio merecen una solución para la ciudad.

Termino convencido de la importancia vital de las infraestructuras, pero afirmando que la mejor infraestructura de un territorio es su capital humano, su educación y formación desde el minuto uno y durante toda la vida es la inversión más rentable en términos de cohesión social y sostenibilidad económica. El camino es claro, con unos recursos humanos bien formados y un buen tejido empresarial, tirando del carro en la misma dirección, pronto veremos el final del túnel y saldremos reforzados social y económicamente.

Éxitos y suerte le desea un ciudadano con ilusión y confianza en esta nueva etapa. Saludos cordiales.

[Juan Cobalea es vicepresidente de la Cámara de Comercio de Málaga]