Andaba enfrascada en la lectura de un proceso judicial que presentí zanjado. Me refiero a Islandia y a un juicio anhelado por la ciudadanía contra el ex jefe de gobierno Geir H. Haarde, que al cabo de unos cuantos meses de ser interrumpido (por la parte del actual ministro del interior Jònassson, socialdemócrata, al cual J. Sigurdadóttir ha invitado a dimitir) ha conseguido luz verde por mayoría en el Parlamento. Al, magnánimo, compasivo y demás bondades, que puedan caber al lector para Haarde, le van sentar en el banquillo de un tribunal que no abría sus puertas desde cien años atrás. La Fiscalía del Estado le acusa de complicidad con la banca y de llevar a la ruina a la población, hundir tres bancos y provocar el 10% de paro. Islandia está actuando de modo muy distinto al resto de los países de la UE, asfixiados por la troika, nada respaldada por la sociedad civil.

Jòhanna Sigurdadóttir, la actual jefa de Gobierno, ha jugado un papel importante al implicarse con su pueblo cuando este se rebeló frente al anterior gabinete y no cesó hasta conseguir que dimitiera Haarde. Se convocaron nuevas elecciones, en las cuales ganó esta mujer de 65 años, socialdemocráta-cristiana y se alió con la izquierda verde para restituir los derechos populares. Se designó un tribunal popular que está redactando una nueva Constitución, con un lenguaje transparente e inteligible para el ciudadano, que va siendo discutido y aprobado en en el Parlamento. Lo más significativo de Islandia es que ha sido el único en detener y juzgar a los banqueros responsables de la bancarrota y ahora a un exjefe de gobierno. Decía, al principio, que andaba enfrascada con la decencia, cooperación y lucha de los islandeses (que rechazan en mayoría ingresar en la UE) y en la ética, solidaria con su género, Johanna Sigurdadóttir cuando me entero del fichaje por Endesa (con unos beneficios de 2.000 millones de euros) a la vicepresidenta económica del anterior gobierno socialista español. Me refiero a esa cualificadísima, excelsa, pulcrísima, educada en la exquisitez, doña Elena Salgado.

Una imagen de escándalo. Nefasta para los recortadísimos españoles civiles y un mazazo para los militantes socialistas y su corriente izquierdista. Aquí se ejecutan unos trasvases de lo público a la empresa privada con un descaro que cruza la cara. ¿No se supone que le pagan exclusividad durante dos años del Estado por incompatibilidad? Nada, se nos va a Endesa en Chile, para que parezca más natural el cargazo y sueldazo. ¿No se le ocurrió a Zapatero y sus 600 asesores, a la garbosísima Salgado volar a Islandia y reaprender lecciones de democracia en vez de mostrarnos una pasividad política ante los mandatos de la banca? No. Se pasaron a las filas liberales. Dieron un puntapié a los que llaman «el enemigo» y han salvado sus propios intereses. Vamos, que en Islandia , igualico, igualico que en España o Grecia. Y luego se quejan de que para los españoles el tercer gran problema son los políticos.