Desde hace unas semanas tengo nuevos vecinos. Salgo de casa y, al bajar hacia la playa, les veo en plena carretera Nacional 340. Cuelgan de las farolas y nos miran con ganas de cambiar el mundo. Mi favorita es Esperanza Oña, que está guapísima. Qué digo guapísima, está radiante. Qué digo radiante, está luminosa, estupenda, jovencísima... está para invitarla a salir una noche o dos o las que encarte. La miro, tan perfecta, y me parece estar ante un retrato de mi paisano Paco Hernández. O frente a un trabajo finísimo de ingeniería informática con Photoshop. Sonríe disimulada, con menos ímpetu que Javier Arenas, su jefe, el líder del PP para las elecciones andaluzas del domingo.

El gaditano parece más campechano, más cercano, más imperfecto. Sus canas le humanizan. Aunque para terrenal, José Antonio Griñán. El candidato socialista lo mismo se toma un café con un abuelo (¿quién invitará?) que charla con una joven que se sienta con un emprendedor. Sin embargo, Diego Valderas parece que está de instrucción. Firme, tieso, como pasando revista en la mili. El de Izquierda Unida sonríe. Sabe lo que se avecina, se sabe recolector de votos cabreados por el ERE podrido del que manda tanto, durante tantos años, que llega a pensar que la viña es suya. Que me perdonen los candidatos del Partido Andalucista, los de Unión Progreso y Democracia o humanistas, independestistas y radicales, de diestra o siniestra. Ellos no se han mudado a mi barrio. No les llega el presupuesto para la cartelería.

PP, PSOE e IU saben donde vivo. Se han mudado a Benajarafe. Incluso ayer recogí del buzón cartas electorales de los dos partidos de centro-izquierda. El PP fue más previsor. La derecha tiene estas cosas. La semana pasada ya se acordó de mí. Me miran por la calle, me cartean. Y yo alzo la vista y me contengo. Pienso para mis adentros que hay que tener muy poca vergüenza para lanzarme esos guiños tan descarados. Y es que desde hace ya dos años largos en mi barrio no hay luz en las calles. Las farolas adornan. O, más bien, sirven para que la clase política ponga la mejor de sus sonrisas en cada cita electoral. Al votante, sonrisas luminosas. Al ciudadano, oscuridad. Porque cuando llega la noche, lo hace con todas las consecuencias. Para mí y para un montón de casas, de electores que, este domingo, también ejerceremos nuestro derecho al voto. Claro que, nuevos vecinos, yo no os voy a dar mi confianza a ninguno.

La habéis perdido (os tuteo, si no os importa) hace tiempo. Cuando PSOE e IU gobernaban en alianza en el Ayuntamiento de Vélez Málaga. Y ahora, cuando el PP manda con mayoría absoluta. Para los tres partidos somos poco más que cucarachas. Las mismas que dentro de un mes invadirán nuestras calles y nuestras casas, ya que en el barrio tampoco se desinfecta. El Ayuntamiento no se hace cargo. Y como no hay comunidad, pues los bichos, en plena oscuridad, campan a sus anchas. A la espera de que el pleno dé un paso hacia la entidad urbanística de conservación –no nos importa compartir gastos–, nosotros seguiremos pagando el IBI y otros impuestos. Pero por favor, no esperen que les votamos. Y, mucho menos, pongan esas caras de políticos cojonudos.