Hoy es el Día Mundial del Agua, que este año celebramos bajo el lema «El agua y la seguridad alimentaria». Y en torno a esta cuestión, la ONU aporta un dato desalentador: mil millones de personas pasan hambre en el mundo y los recursos hídricos existentes, las principales fuentes de suministro de agua dulce, están sometidas a una presión constante, se están agotando o están contaminadas.

Por otra parte, diversos organismos internacionales han dado la voz de alarma sobre el cambio climático –una seria amenaza que todavía algunos dirigentes se obstinan en no tomar en serio–, cuyo impacto sobre las comunidades agrícolas acabará creando una mayor inseguridad alimentaria. Por ésta y otras muchas y acuciantes razones, necesitamos proteger y garantizar para todos la disponibilidad de los recursos hídricos, porque, aparte de darnos la vida, son parte esencial también para el desarrollo económico.

Andalucía no es ajena a este problema mundial. Es notable la evolución de la conciencia de la población andaluza en cuanto al uso del agua en los últimos años. Creo que hemos sabido entender que tenemos una responsabilidad colectiva, que es una cuestión de sensatez y solidaridad. En esta línea, la Junta ha impulsado una serie de iniciativas que promueven una nueva ética del agua, asumida en el Acuerdo Andaluz del Agua que recogió el consenso de los agentes económicos y sociales y que culminó en la aprobación en 2010 de la Ley de Aguas de Andalucía.

Entre estas iniciativas podemos destacar la implantación de un canon de depuración que ha homogeneizado el servicio con igualdad para todos los andaluces y que ha incentivado el uso eficientemente de los recursos hídricos, premiando el ahorro y penalizando el despilfarro. Esta ley autonómica ha propiciado también el decreto de regulación del Observatorio del Agua de Andalucía, una norma que permite la constitución de este órgano consultivo pionero en España en cuanto a participación social (lo integrarán administraciones públicas, colectivos sociales, usuarios, sindicatos, empresarios…), y que marca ya las pautas en el seguimiento de las políticas hidráulicas en Andalucía.

En la gestión de este bien común que no es infinito, también es crucial alcanzar el equilibrio entre la oferta y la demanda de los recursos. Estos son algunos de los objetivos que se marca la planificación hidrológica de las cuencas internas andaluzas, las del Guadalete-Barbate, del Tinto-Odiel-Piedras y de las Cuencas Mediterráneas. Sus planes hidrológicos, aprobados en noviembre, han previsto una inversión para conseguir estos objetivos bajo el horizonte del año 2027 de más de 8.000 millones de euros repartidos entre las distintas administraciones, de los que más de 3.500 deberán invertirse antes del 2015.

También en 2015 se deberá contar con la total depuración de las masas de agua, según establece la Directiva Marco de Agua europea. Para ello, además de las medidas de los planes hidrológicos, la Ley de Aguas andaluza ha hecho posible la declaración de 300 actuaciones como obras de interés de la comunidad, para conseguir que todas las aguas residuales vuelvan depuradas al medio ambiente.

Finalmente, tanto los planes hidrológicos como esta Ley de Aguas apuestan fuerte por flexibilizar el régimen concesional de recursos hídricos. Así no sólo se garantiza la eficiencia del uso del agua de los sectores productivos que ya hacen uso de ella, sino que se podrá dar un impulso a aquellos nuevos sectores que supongan un valor añadido a la economía y al medio ambiente de Andalucía.

Porque el agua es un recurso finito y vulnerable, el camino sensato es el de trabajar en la cultura de la demanda para reducir consumos. No podemos permitirnos el lujo de volver a la cultura de la oferta. Andalucía ya cuenta ya con infraestructuras equilibradas de embalses, presas y conducciones que solamente requieren de nuestro consumo sensato, eficiente y solidario. Porque, volviendo al lema de este Día Mundial del Agua, el pan de hoy no puede ser la sed de mañana.