La izquierda puede gobernar Andalucía. Depende, más menos, de doscientos cincuenta mil votos. Si los socialistas recuperan la mitad del voto perdido y consiguen movilizar una parte del millón cien mil de indecisos, el modelo de gobierno que propone la derecha habrá de esperar mejores tiempos. Este domingo se votan dos modelos de hacer política, claramente diferenciados. Hay muchas cosas en juego, una de ellas el modelo autonómico. No es un asunto baladí. Nunca la derecha se sintió cómoda con la España de las autonomías y el propio Arenas, en un mitin en Cádiz, sembraba dudas al respecto. La izquierda ha rescatado el espíritu del 28 F para defender un modelo de Estado que ha cambiado a Andalucía. El discurso de la derecha de la insostenibilidad del Estado autonómico ha hecho saltar las alarmas hasta el punto de que el candidato socialista, José Antonio Griñán, sacó el asunto en campaña. Andalucía es el único obstáculo que le queda a la derecha para la reforma constitucional y si el PP llega al poder en Andalucía nada detendrá a Rajoy, no ya en la declarada política de recortes sociales, sino en la previsible revisión de la estructura del Estado. Arenas lo tiene claro: hay que reordenar el territorio. ¿Dónde estaba Arenas el 28 F?

Desconozco y aseguro que soy un buen lector y oyente cuál es el cambio que propone la derecha para Andalucía. Las promesas de Arenas son tan borrosas e inconsistentes como el mismo personaje que las hace. No nos hemos librado del mantra sobre el que cabalga la derecha: paro y corrupción, como si ahora, con Rajoy en el Gobierno, no hubiera aumentado el paro y no hubiera sentencia con condena a Jaume Matas, que, no se olvide, fue el ejemplo a seguir por Rajoy en la gobernanza de España. La arrogancia y soberbia con la que nos desgobierna Rajoy tiene un referente, o varios, en Andalucía. Arenas y Cristóbal Montoro, por ejemplo. El andaluz ministro de Rajoy y hábil político anclado en la demagogia y las medias verdades se ha obsesionado con las cuentas andaluzas.

Desde el sur, estamos convencidos de que Andalucía será el dique al autoritarismo de Rajoy, que encuentra fiel reflejo en Arenas. Las mayorías absolutas suelen tener riesgos de gobernar desde la prepotencia y no se puede olvidar que Rajoy tiene casi todo el poder de la gobernanza central del Estado, ordena y manda en la mayoría de las autonomías y en los principales ayuntamientos de España. Las políticas neoliberales en las que se cuece el futuro de Andalucía, si es que la «izquierda volátil» no lo impide el día 25 en las urnas, comportan una tiranía que nos puede llevar a aceptar lo que ningún votante de izquierdas debe; que lo haga el votante de derechas entra en la lógica de lo que un partido conservador pide a los suyos. Y lo peor está por venir. Mariano Rajoy, sin inmutarse, no duda en hacer lo contrario a lo que prometió. Subió impuestos (IRPF), promocionó el despido (Reforma Laboral), y favoreció con la abstención en Cataluña el copago. La hoja de ruta de Arenas en Andalucía en los recortes que propone el PP tiene unos referentes en las comunidades de Castilla-La Mancha, Madrid, Murcia, Valencia y Galicia, donde la educación, la sanidad y la dependencia están siendo relegadas al baúl de los recuerdos. No es cierto que no haya alternativa a lo que propone la derecha, porque en Andalucía ha sido posible y lo han conseguido los gobiernos socialistas de Manuel Chaves y de José Antonio Griñán. Es el momento de rebelarse contra la tiranía de las políticas liberales y saber el valor del voto.

PD.- (1) La jueza Alaya sigue en campaña. Es una pena que unos golfos redomados y sinvergüenzas consumados roben, también, el voto de izquierdas. Andalucía no se lo merece.

(2) Javier Arenas, que dice ser reformista, tiene ya diseñado el futuro de Andalucía. El ladrillo, la burbuja inmobiliaria (made in Aznar) es nuestra tabla de salvación. El inmovilismo en los genes tiene estas contradicciones.

(3) Alguien se ha detenido a pensar el coste de retrasar los Presupuestos Generales del Estado hasta después de las elecciones andaluzas. Estado recaudador. Recortar y recaudar. Lo que nos espera.