Quedamos las chicas en uno de esos restaurantes de mesas altas donde comes encaramada a un taburete porque crees que la informalidad se reflejará en la cuenta, aunque al final solo lo hace en tus cervicales. Rechazamos la carta de vinos como si fuese la revista Atalaya y pedimos el tinto de la casa, que sabe tan fuerte que nos asusta la perspectiva de una nueva pata de gallo después de cada sorbo. Merche dispara un primer brindis:

–Por favor, no hablemos de la crisis. Estoy harta de hacer números. Nica, ¿te has hecho algo?

–He cambiado de tinte. Bueno, ahora me tiño en casa. No sabéis el ahorro, tías. Son unas botellitas que venden en el chino.

–En el híper también hay tintes baratos, pero has de saber encontrarlos– se embala Joana. Al fondo ponen una estantería de chollos. Mi madre me guarda todos los folletos de ofertas y ayer pasamos la tarde comparando. Me voy a ahorrar seis euros. Mil pesetas, Merche.

–Ostras, genial. Porque estos vaqueros me costaron doce (dos mil pesetas, o sea). Me hacen bolsas, pero con la camiseta larga que me regalaron al comprar una revista... Por cierto, ¿alguien se apunta a depilarse el jueves que viene a las nueve y media de la noche? He sacado de una web uno de esos vales de dos por una...

No puedo más de esta economía de subsistencia. Amigas, ¿qué nos ha pasado? Nosotras parecíamos Sexo en Nueva York, éramos estupendas y hablábamos de tíos, de viajes, de marcazas, de libros, de exposiciones, de conciertos, otra vez de tíos, de cuernos y de polvos y bebíamos cócteles con nombres idiotas. Los únicos recortes estaban en nuestras minifaldas.

–Ahora somos Aquí no hay quién viva– sentencia Merche.

–¡Qué va! Ahora somos Con el culo al aire y acabaremos habitando una caravana.

–Ya no tenemos glamour– lamenta Joana. Yo hoy me iba a poner taconazos, pero como he venido andando para ahorrarme el taxi al final he optado por las deportivas. ¿Y qué falda pega con unas deportivas? ¿Eh?

–Ninguna, pero no has venido en chándal y eso ya significa mucho. Y mil quinientas pesetas al bolsillo. Y ahora te las puedes gastar en otra cosa, como apuntarte a esos abogados que denuncian a tus vecinos, y a tus exjefes, y las empresas de telefonía móvil que... ¿pedimos otra de vino?

–No os lo vais a creer, pero en el chino venden una deportivas con tacón. ¡Son horribles!