He aquí una expresión nueva: «Hurto famélico». Se utiliza, me dicen, para denominar la práctica consistente en abrir una lata de sardinas dentro del supermercado y comérsela allí mismo, de pie, quizá con un trozo de pan tomado de la panadería. Quien dice una lata de sardinas dice una pieza de fruta o un trozo de chorizo, se entiende, claro. Cuando el individuo pasa por la caja, en vez de llevar los alimentos en el carrito, los lleva en el estómago, quizá ya ha comenzado a digerirlos. Parece que la policía está recibiendo denuncias provocadas por actos de esta naturaleza contra los que poco se puede hacer. El hambre es el hambre y ahora mismo hay gente que no tiene nada que echarse a la boca ni perspectivas de arreglar el problema.

Mal asunto. Las dificultades económicas empiezan a traducirse ya en situaciones desesperadas. Entre nosotros, al contrario que en otras sociedades, funciona muy bien la solidaridad familiar. Pero los ahorros no pueden estirarse eternamente y la pensión del abuelo da de sí lo que da de sí. También funciona la economía sumergida, pero la gente, a la vista del panorama, ha dejado ya de arreglar sus cocinas o sus cuartos de baño, ha dejado incluso de llamar al fontanero que no cobraba el IVA. Todo el mundo se está volviendo un poco electricista, un poco carpintero, un poco mecánico. El bricolaje, que durante los años de las vacas gordas era un vicio de fin de semana, ha devenido en una necesidad perentoria. He aquí otra expresión muy de estos días: Necesidad perentoria, signifique lo que signifique perentoria. El problema de todo esto, según uno deduce de sus conversaciones privadas con personas de carrera, es que todavía no hay tierra la vista. Ni siquiera pájaros cuya presencia podría anunciar la cercanía de una isla. En tales situaciones, cuando el escorbuto comienza a diezmar a la tripulación y el desánimo se instala en los camarotes, se necesita un timonel que proporcione seguridad, que dé la impresión al menos de saber adónde nos dirige. Pero uno pone el telediario todos los días y no encuentra nada de eso. El hurto famélico es una forma de desvalijamiento civilizada, pero no anuncia nada bueno.