Cuando la Semana Santa camina hacia su final, confirmamos un año más el magnetismo tan profundo que ejerce sobre los ciudadanos la conmemoración de la Pasión de Cristo. Como fenómeno religioso, de honda tradición en los distintos ámbitos de nuestra sociedad y a la vez, manifestación expresa del arte y la cultura de nuestra tierra. Unido por muchas experiencias según la voluntad del penitente o del visitante, que quiere sentir, disfrutar y vivir íntima o públicamente la fe y la manifestación cultural que se expone y procesiona por nuestras calles, durante estos escasos días. La Semana Santa además se contempla, en el contexto de nuestra dilatada crisis, como un bálsamo, un pequeño oasis económico en el que el turismo y la hostelería principalmente junto con el comercio, pueden recuperar un poco de aliento para soportar la pesada carga de la actividad empresarial.

Precisamente, conviene recordar de vez en cuando el importante peso económico de la cultura. Nuestra provincia ha experimentado durante los últimos años una profunda transformación en el panorama cultural, ya que se han desarrollado no pocos proyectos e iniciativas que la han colocado en lugar preferencial: Museo Picasso, Museo Thyssen, Casa Natal, Centro de Arte Contemporáneo, Catedral, Alcazaba, Teatro Cervantes, Cánovas, Festival de Cine Español, numerosas actividades de distintas Fundaciones y Obras Sociales y Culturales de entidades financieras y destacadas empresas, entre otras. Aunque desgraciadamente nos viene también a la memoria otro censo de proyectos de futuro más que inquietante: Auditorio, Tabacalera, Astoria, el futuro Museo de Bellas Artes y Arqueológico de Málaga, sin fecha aún de inauguración, el Convento de la Trinidad o el centro cultural en la esquina portuaria, como eje de transformación final del Muelle Uno.

Así las cosas y a pesar de las incertidumbres, Málaga es la provincia andaluza donde más personas trabajan en el epígrafe «actividades artísticas, recreativas y de entretenimiento». La Confederación de Empresarios de Málaga (CEM), junto con la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, ha elaborado un interesante «Estudio sobre el Sector de las Industrias Culturales de Málaga en el contexto andaluz». Según se desprende del Informe, la denominada Economía de la Cultura ha experimentado tasas elevadas de crecimiento en el PIB andaluz, pasando del 1 por ciento en 1993 al 6 por ciento en 2011.

9.262 trabajadores por cuenta ajena y autónomos de nuestra provincia dedican cotidianamente sus esfuerzos en este ámbito empresarial. El 2 por ciento de los afiliados a la Seguridad Social, que sumando el empleo generado en Sevilla, 25,4 por ciento y Málaga, 25 por ciento, concentran la mitad del trabajo en Andalucía. El ámbito de estas industrias culturales crece por tanto a buen ritmo en nuestra provincia en apoyo a otras actividades económicas más consolidadas, como por ejemplo, el turismo.

Nos encontramos ante un sector que presenta una elevada complejidad, tanto en lo que se refiere a su delimitación conceptual, existiendo numerosas clasificaciones en relación a las actividades y ocupaciones que lo conforman, como en cuanto a la propia diversidad de perfiles profesionales que lo integran. Estas empresas adolecen de un escaso sentimiento de pertenencia al mismo por parte de muchos de los actores principales. Además, es un sector que también se está viendo afectado enormemente por la coyuntura económica actual y la presencia de las nuevas tecnologías, que está llevando a nuevos patrones de consumo y nuevas relaciones de la población con la cultura. Lo anterior, obliga a una evolución y recualificación permanente de los profesionales que operan en el sector, atentos obligatoriamente al desarrollo de las tecnologías de la información y la comunicación.

Frente al modelo en el que el motor tradicional de la cultura en Andalucía ha sido fundamentalmente público, la madurez de las industrias culturales vendrá aparejada por su acercamiento al modelo «anglosajón» , más próximo al sector privado, mejorando en lo posible su gestión empresarial y su rentabilidad. Y sobre todo, buscando la «independización» de la financiación pública por parte de las empresas culturales.

Actores y directores de cine, radio, televisión, teatro y asimilados, fotógrafos, operadores de equipos de grabación de imagen y sonido, músicos, cantantes y bailarines de espectáculos, gestores culturales, editores y operarios de artes gráficas, visuales y plásticas, artesanos de talleres y oficios vinculados a la Semana Santa, concentran principalmente el volumen de contratación del sector en el último ejercicio.

Profesiones tan heterogéneas como atractivas, en las que la creatividad, más que una forma de trabajar, es una forma de vivir y de existir.