Los tiempos no son ya lo que eran y ni siquiera la Semana Santa ha podido evitar otra oleada de nuevas malas. El paro no da tregua y la letra grande y pequeña de los Presupuestos Generales del Estado es un nuevo obstáculo que sortear, a pesar de la necesidad de contención. Sin embargo, lo peor vuelve a ser la peculiar manera de generar esa confianza tan necesaria a base de una buena dosis de miedo. Sin disimulo y sin titubeos. «El presupuesto es duro, pero la alternativa era infinitamente peor», dice Mariano Rajoy para defender sus apretadas cuentas públicas. Y el infierno aparece ante nuestros ojos con calderas al rojo vivo y cuerpos colgados boca abajo sobre ellas. Miedo, aunque la realidad no sea para menos. El miedo como argumento aquí y en Francia, donde ya somos el ejemplo de lo que no se debe hacer. «España es la fórmula política a evitar (…), un país que ha perdido la confianza», clama el candidato presidencial Sarkozy refiriéndose al gobierno del socialista Zapatero. Y a continuación, algo aún peor, la más horrible de las pesadillas, la comparación con la por dos veces rescatada Grecia. «No hay un francés que desee la situación que han conocido los griegos y que ahora conoce España», añade el candidato conservador. Cucharada tras cucharada de un miedo irresponsable pero que cala sin remedio.

Miedo a pasar a las filas del batallón de parados, a no poder desertar una vez en él. Miedo a que el miedo mate la confianza en uno mismo, esa fuerza que puede empujarnos a intentarlo de nuevo sin que el fracaso cuente. Tal vez sea ésta la consecuencia más catastrófica de esa irresponsable política del miedo. Porque el miedo paraliza, justo lo contrario de que lo que se necesita ahora. Un panorama de 4.750.867 ciudadanos parados y paralizados, más otros tantos tocando a la puerta del desempleo con la esperanza perdida.

Sin embargo, aún hay pequeñas grandes historias que contar para demostrar que el miedo no ha ganado la batalla. Una de ellas podría ser la de Victoria Jiménez, una malagueña de 35 años que ya carga con una empresa cerrada por la crisis pero que sigue adelante. Su nuevo proyecto es una web de trueque de ropa de niños, una idea exportada de Estados Unidos y que aún está arrancando pero que seguro que ha devuelto la ilusión a Victoria. Por su parte, el economista Nacho Mata se atrevió a crear en 2008, cuando la crisis era ya una realidad, otro interesante proyecto. Desde entonces, Málaga Sensaciones enseña a los residentes extranjeros en la Costa la capital malagueña, sus tradiciones y atractivos. Este Martes Santo incluso metió a un grupo de suecos bajo los varales de La Paloma, una experiencia con la que de paso se promociona la Semana Santa entre los extranjeros. Precisamente, una idea que va en la línea de que lo que apuntaba esta semana un estudio de la Universidad de Málaga en colaboración con la Fundación Lágrimas y Favores: la necesidad de potenciar aún más la semana de Pasión y sus posibilidades en el mercado internacional.

Son sólo un par de ejemplos de ideas emprendedoras en plena crisis y que demuestran que el miedo imperante no puede con todo. Que aún hay personas decididas a luchar contra los elementos, pese a los gobiernos, los mercados y los vaivenes de la prima de riesgo y el euro. Emprendedores que aportan su ingenio y su esfuerzo para salir adelante y que tal vez algún día logren incluso crear otros puestos de trabajo y alimentar una cadena de optimismo frente al pesimismo.