Dentro de siete días se constituirá el Parlamento andaluz con la izquierda dominando el escenario. Arenas tendrá que apurar su último cáliz y habrá que poner atención a las caras de Esperanza Oña y de Antonio Sanz. La reacción de la bancada popular está por ver, aunque sabiendo cómo se las gasta el Gobierno (Montoro y Báñez) y la basura mediática de la ultraderecha hay que temerse más de una salida del tiesto. Ya en la antesala tenemos algunas declaraciones que llaman poderosamente la atención, como las efectuadas en Almería por la delegada del Gobierno en Andalucía, Carmen Crespo, especialista en culpar a otros de las desgracias propias.

Andalucía quiso un gobierno de izquierdas y a ello han dedicado sus fuerzas tanto socialistas como Izquierda Unida y es de esperar que se cierre el acuerdo antes del día 19. Hay unas líneas rojas que marcan la frontera de lo posible, lo imposible y lo deseable y, conociendo el pragmatismo de quienes se sientan en la mesa negociadora, es de esperar lo mejor para el futuro de Andalucía, por mal que desde esa derecha irredenta se haya sacado el gastado manual de que nos van a gobernar los «socialcomunistas», el diablo en persona. De todas las posibles salidas, los dos máximos dirigentes, José Antonio Griñán y Diego Valderas, lo tienen claro: un Ejecutivo de coalición. Es lo mismo que han pedido las dos centrales sindicales por boca de sus secretarios generales, Manuel Pastrana y Francisco Carbonero. Andalucía, con los tiempos que corren, necesita un gobierno sólido y con capacidad de ser la línea Maginot que detenga la oleada de la derecha que inunda España, al servicio de los mercados y a la que no le importa inclinar la cerviz ante Angela Merkel.

Este posible pacto es el que pone de los nervios al PP andaluz, incapaz de asumir que el escenario político andaluz en nada tiene que ver con el que habían diseñado y que no ceja en el estéril empeño de acusar al pueblo andaluz de no haber votado lo que ellos querían. Esta misma derecha es la que tendría que dar respuesta a las siguientes preguntas, todas ellas de una rabiosa actualidad y que, quizás, con su respuesta entiendan por qué el pueblo andaluz se quiso dar un gobierno de izquierdas.

¿Qué país es este cuando un presidente de Gobierno, elegido por una mayoría aplastante de los españoles, tiene que abandonar por el garaje, huyendo de la prensa, el sacrosanto lugar de la democracia como es el Senado? ¿Qué país es este que no se merece una explicación de quien dijo gobernaría como un libro abierto? ¿Qué país es este gobernado por quienes han hecho de las ocurrencias su manual de guerra? ¿Qué país es este en el que sus máximos dirigentes se desdicen de lo que con tanto énfasis habían prometido? ¿Qué país es este que perdona a los defraudadores con una amnistía fiscal? ¿Qué país es este que ha hecho del despido su hoja de ruta? ¿Qué país es este donde la ultraliberal baronesa del PP, llamada Esperanza Aguirre, quiere enterrar la estructura autonómica de Gobierno que consagra la Constitución? ¿Qué país es este que ataca la línea de flotación del estado de bienestar? ¿Qué país es este que retrasa, con el daño que ha ocasionado, la presentación de los presupuestos para salvar la cara de Javier Arenas? La derecha le ha hecho o le está haciendo un traje a nuestro país, o sea España, que no lo conocerá ni sus propios votantes. El presidente Rajoy se pone de perfil y así nos va.

Es por ello por lo que Andalucía debe ser el contrafuerte de la marea azul. Griñán y Valderas tienen la palabra.