Estamos en subasta permanente. Si la prima de riesgo sube valemos menos, si baja valemos más. Al decir «valemos» no hablo sólo del crédito-país, sino de todo en general: bancos, empresas, acciones, y hasta el fondo de pensiones o el piso de cada uno. Todo eso cotiza en los mercados, y la cotización sube o baja no por lo que valgan en sí las cosas (pues ya nada tiene valor en sí), sino por lo que los inversores piensen de nosotros: si somos o no transparentes, cuál es nuestra disposición de aguante, qué tal andamos de ánimos, si tenemos pinta de cumplidores y que opina al respecto Sarkozy, Monti u otro vecino chismoso. El ministro de Economía dice que hay que seguir adelante, sin estar mirando a cada momento para los mercados. Lo malo es que, aunque no les miremos, ellos sí miran para nosotros, y cuando nos miran mal se viene al suelo nuestra cotización en la subasta permanente.