El aleteo de las alas de una mariposa que vuela en China puede producir un mes después un huracán en Texas», es una de las expresiones que da contenido al encabezamiento de este artículo. El origen lo encontramos en las conclusiones a las que llegó a principios del siglo pasado Edward Lorenz, un meteorólogo norteamericano cuando se dedicaba a estudiar el comportamiento de la atmósfera. Elaboró un complejo modelo matemático con el que pretendía prever estos fenómenos de la naturaleza y comprobó que pequeñísimos cambios en los datos de partida producían enorme diferencias en las predicciones; cualquier modificación por insignificante que fuese daba lugar a grandes perturbaciones en el sistema.

No es algo excepcional, la relación entre causas pequeñas y grandes resultados la encontramos en múltiples situaciones. El efecto de la palanca («dadme una y moveré el mundo») y el de una gota de agua, la que rebosa el vaso y puede provocar un desastre, son dos de los ejemplos más socorridos.

También lo podemos constatar diariamente. El mundo no sigue un esquema de funcionamiento determinado, sino que tiene aspectos tan imprevisibles como inestables, que dependen de muchísimas circunstancias, donde cualquier alteración social, económica o de otro tipo, en una parte del planeta, por pequeña que sea, produce un gran impacto generalizado. Por cierto, es lo que previene la teoría del caos, respecto de la cual «el efecto mariposa» es la parte anecdótica, pero no por eso menos verosímil.

Por asociación de ideas, a partir de estas observaciones, qué nos impide considerar que este monumental lío en el que nos encontramos –me refiero a la crisis que prevalece– responde precisamente al mismo planteamiento.

Si con los datos que somos capaces de analizar se puede llegar a conclusiones negativas o incluso catastróficas, me pregunto si no sería posible introducir alguna pequeña variable (equivalente al «aleteo de la mariposa») con capacidad para romper, o mejor aún, invertir la tendencia de esas previsiones tan pesimistas, casi maléficas. Estas variaciones, por irrelevantes que parezcan, pueden generar en la práctica un efecto semejante al de algunos experimentos de laboratorio, donde la acción conjunta de dos substancias, en lugar de un efecto acumulativo de carácter aritmético producen otro más expansivo, incluso de crecimiento geométrico (dos más dos serían mucho más que cuatro).

Se trataría entonces de estimular la puesta en marcha de comportamientos individuales, que podrían empezar en el seno de la propia familia, después en las relaciones sociales y, por supuesto, simultáneamente en los centros de trabajo, cualesquiera que sean. En esta situación y con el propósito enunciado se impone una acción personal decidida e inmediata («no pidas a Dios que guie tus pasos si no estás dispuesto a mover tus pies»), en términos que refuercen y consoliden la convivencia, de esfuerzo para superarnos en todos los aspectos, de generosidad a la hora de ser solidarios y, si llega el caso, también con espíritu de sacrificio para superar los mayores desafíos.

Soy de los convencidos de que con actuaciones en la dirección apuntada, coincidentes en un espacio temporal razonable, provocarían en el conjunto de nuestra sociedad un «efecto mariposa» positivo y con gran repercusión, que no sólo acercaría el final de los difíciles momentos por los que atravesamos, sino que además lo haría fortaleciendo nuestra posición de partida; mejoraría sensiblemente nuestro estado anímico, que no es poco, e incluso ganaríamos mucho a nivel colectivo en términos de competitividad y productividad, que no es menos. De ahí a conseguir la excelencia sólo falta un paso … por qué no.

Dejarnos llevar por la corriente o aceptar sin más los hechos consumados sería tanto como resignarnos a salir de la crisis a cualquier precio; y de ésta vamos a salir –tarde o temprano– pero creo que es más importante saber cómo, que cuándo.