Comienzo hoy, martes 24 de abril, una colaboración semanal de carácter político en La Opinión de Málaga, el medio en el que he colaborado durante más de dos años escribiendo sobre libros, lecturas y reflexiones literarias. Mi casa mediática, vamos. Y lo hago sucediendo a José Andrés Torres Mora –mi maestro y amigo, insustituible– y apenas una semana después de tomar posesión como parlamentario andaluz.

No es poco lo que se me pide. Escribir un artículo semanal requiere de una disciplina y una coherencia interna difícil de conseguir.

Hay que mantener un cierto interés de los lectores, destinatarios últimos de lo que se escribe. Aportar valor añadido al medio que tan generosamente me acoge. Defender con argumentos los postulados políticos de la formación en la que milito. Y mantener una lógica y una coherencia continuada a lo largo del tiempo. Formar un corpus, un conjunto de intervenciones que, leídas, me definan como persona y como político. Ahí es nada.

Asumo el reto con gratitud y honor. Porque es la prensa la que intermedia entre la política y la sociedad. Y cuando me lean, y me llamen para decirme qué opinan los lectores de esta colaboración semanal, estaré recibiendo la mejor información posible sobre mi deriva hacia esos terrenos sobrenaturales que a veces gustamos de pisar los políticos: terrenos ajenos a los problemas terrenales, pero muy entretenidos para el devenir de nuestro propio futuro.

Creo que en un momento como el actual, de crisis, de incertidumbre y casi de miedo, los políticos debemos dar ejemplo. Mantener los pies en el suelo, mantener una vida lo más cotidiana posible, y dotar de una enorme transparencia a nuestra agenda y a nuestro trabajo público. Devolver a la sociedad lo que recibimos de ella. Representar a nuestros votantes, y también a quienes han votado a otros partidos, incluso a quienes no han votado, con dedicación y responsabilidad.

Nunca nos equivocaremos si mantenemos la cordura. Si llevamos a nuestros hijos cada mañana al colegio, si jugamos con ellos en el sucio y descuidado parque de la esquina de casa. Si hacemos la compra en las tiendas de siempre, escuchando a los comerciantes, conociendo los precios que pagan por la comida diaria quienes han sufrido en pocos meses la subida de los impuestos, de la luz, del butano, de la gasolina, de las medicinas, de las tasas universitarias. Si seguimos acudiendo a las reuniones familiares y de amigos, para conocer de primera mano el drama del desempleo, tan cercano que duele, más que indigna. Si paseamos por la calle con la certeza de que algún conocido nos va a detener para comentarnos sus problemas, o los problemas de sus hijos o de sus nietos.

La gente que sigue votando y confiando en el sistema nos quiere cerca y disponibles. Nos quiere en el autobús urbano, en los parques, en las tiendas, en las calles que ellos mismos recorren, de paseo o para ir al trabajo. Y será entonces, cuando nos vean a su lado, cuando los políticos empezaremos a dejar de ser un problema para la sociedad española y podremos optar a ser de nuevo parte de la solución. Con menos vanidad y más proximidad. Con menos cálculos y más sentimientos.

No por estar en política los políticos dejamos de ser personas. Seguimos siendo hijos, seguimos siendo padres. Mantenemos nuestras amistades y queremos a nuestras familias. Y nos preocupa lo que ocurre, y tratamos de solucionar lo que está en nuestra mano.

Cada martes, esta colaboración será una prueba de fuego de esa vida normal a la que creo que debemos aspirar los políticos vocacionales. Y será La Opinión de Málaga esa frontera invisible que me permita conocer en primera persona los problemas innumerables del campo de batalla. Leo que Françoise Hollande, el candidato socialista francés, se ha presentado a las elecciones presidenciales en su país como «un presidente normal». Pues eso, desde la ética de la normalidad, nada es imposible.

[Enrique Benítez es parlamentario andaluz del PSOE]