La imaginación está de moda. Con unos presupuestos públicos raquíticos, parece el único camino sobre todo a nivel municipal. Grandes toneladas de imaginación en ayuntamientos transformados en esas empresas americanas super guays en las que los despachos son salas de juegos con colores chillones y ejecutivos sin corbata hablando de tú a tú con los becarios mientras juegan al futbolín. No hay dinero y toca echar mano del ingenio para sacar adelante los proyectos encallados. Y en Málaga vamos sobrados. No de imaginación, claro, sino de marrones por resolver. Asignaturas pendientes durante años por la falta de sintonía entre administraciones y ahora, simplemente, porque no hay dinero para casi nada. El parque en el Campamento Benítez, la remodelación de los Baños del Carmen, los antiguos cines Astoria y Victoria, el plan B para Tabacalera… Al alcalde De la Torre se le acumulan los expedientes por resolver en el peor de los momentos. Grandes proyectos, con sus singularidades y sus correspondientes retrasos, unidos ahora todos por el denominador común de un presupuesto simbólico o inexistente. Es el momento de la imaginación y el resultado en Málaga se traduce en un concepto clave: provisionalidad. Es la fórmula que ha encontrado el Ayuntamiento para «impulsar» por ejemplo la conversión de los terrenos del Campamento Benítez en un parque para la ciudad. De la Torre entierra su antigua confrontación con el Gobierno central y acepta la gestión y mantenimiento para desbloquear el inicio de las obras. Pero no para siempre. En la letra pequeña del contrato se incluye que en el futuro el parque sea metropolitano y la Junta lo mantenga. Además, los 20 millones que se invertirán no se gastarán de golpe, con lo que el resultado inmediato no será tan ambicioso como estaba previsto. Primera solución provisional.

Otro ejemplo de la provisionalidad forzosa instalada en la administración son los Baños del Carmen. Un espacio que lleva años pidiendo a gritos una remodelación, pero que de momento tendrá que conformarse con arreglos menores. Lo que den de sí los 500.000 € presupuestados. Aunque no será tan sencillo como tirar un muro y adecentar las zonas verdes. Antes, las administraciones implicadas tendrán que ocuparse de los okupas que se asentaron provisionalmente y ya llevan cinco años. Será seguramente lo que más agradezcan los vecinos, que no han recibido con aplausos la idea. Su temor es que los parches aplicados se eternicen y para colmo retrasen aún más el plan integral de mejora. Intervenir ya aunque sea superficialmente no está mal, pero los vecinos y Málaga en general se merecen que la actuación no se quede en un simple lavado de cara con el que aguantar otros diez años.

Y casi una década es lo que lleva ya cerrado el edificio del antiguo cine Astoria. Un culebrón urbanístico-cultural en el que no hay ni siquiera un arreglo provisional que cuadre. Ni dinero público, ni privado ni ideas interesantes. La convocatoria del concurso para su gestión y rehabilitación se ha frenado antes de arrancar. Mejor parar que tener que declarar desierta de nuevo una convocatoria como ocurrió con La Concepción en 2011. La crisis tiene paralizada la iniciativa privada y nadie se arriesga con proyectos poco definidos y de escasa solvencia. Algo que deberían haber anticipado los gestores municipales antes de desembolsar los más de 20 millones de euros que costó el edificio en 2010, ya en plena crisis. Lo peor es que el plan B de Tabacalera suena igual de mal que el del Astoria. Talleres de música, escuelas de formación… en parte de un inmueble que ha costado más de 30 millones. No hay dinero y tampoco mucha imaginación.