Si se escuchan las declaraciones de nuestras autoridades, la economía española no corre ningún riesgo de «rescate», semejante al aplicado con Grecia (en dos ocasiones), Irlanda y Portugal. Pero, en la fase en la que estamos, los analistas externos (como en época franquista, hay que enterarse de ciertas cosas leyendo prensa extranjera) concluyen que la pregunta no es si España será rescatada, si no cuándo y cómo. Y aquí empiezan los matices.

Hay consenso en el sentido de que España deberá inyectar dinero público para recapitalizar el sector financiero (dañado por la falta de limpieza de sus activos inmobiliarios «problemáticos»). El problema es que el Estado no dispone de liquidez para afrontar ese saneamiento… por lo que se requeriría ayuda externa. La cantidad necesaria varía, según quien haga las previsiones: a principios de año, Luis de Guindos estimaba en 50.000 millones las necesidades de recapitalización, pero expertos independientes elevan la cifra a ¡200.000! (o un 20% del PIB anual).

Ante el volumen requerido, publicaciones alemanas hablan de conversaciones de alto nivel para que los bancos patrios accedan directamente al Fondo Europeo de Estabilidad Financiera para cubrir su agujero… algo a lo que, de momento, se opone la madrastra Merkel. En todo caso, ello debería producirse durante este año (ya que, según el FMI, hasta 10 entidades españolas suspenderían las pruebas de resistencia… incluida la gran patata caliente, Bankia).

La duda está en si el rescate bancario será suficiente para frenar los «ataques» a la prima de riesgo española. Y los más pesimistas (ante la incapacidad de frenar el déficit público) creen que no, situando el rescate soberano en 2013. De producirse, los «recortes» vistos hasta ahora parecerán de película de Walt Disney.