Desde cuándo no ha zurcido su madre un calcetín? ¿Cuándo ha recurrido usted a un zapatero remendón? ¿Cuántas veces ha tirado sin pensarlo dos veces a la basura una cafetera, una plancha, una aspiradora o cualquier otro chisme electrónico en cuando ha dejado de funcionar?

¿No es cierto que cualquier aparato dura hoy mucho menos que antes y que resulta muchas veces más fácil y barato comprarse uno nuevo en lugar de tratar de arreglarlo uno mismo o buscar a alguien capaz de hacerlo?

Vivimos en la era de la obsolescencia programada. Nada está hecho para durar: desde la ropa que compramos hasta los aparatos electrónicos. Y hay cada vez un mayor desapego hacia los objetos que nos rodean.

Una periodista holandesa de 42 años llamada Martine Postma reflexionó sobre ese fenómeno y en lugar de limitarse a criticarlo, decidió hace dos años pasar a la acción: «En Europa tiramos tantas cosas a la basura. Y es una lástima porque muchas de esas cosas no están tan rotas. Yo quise hacer algo y no sólo escribir sobre ello».

Postma impulsó así un nuevo movimiento que está comenzando a cambiar los hábitos de muchas personas en su país y que mientras tanto empieza a encontrar ya imitadores en otras partes.

En Holanda funcionan cerca de cuarenta «repair cafés» (cafés de reparaciones). El primero se abrió en el foyer de un teatro de Amsterdam. Y desde las vecinas Bélgica, Francia y Alemania hasta Israel o los Estados Unidos, país este último donde mayor es la tendencia a tirar las cosas a la basura en cuanto comienzan a dar los primeros problemas, crece el interés por ese concepto.

Existe ya en Holanda una fundación, la Repair Café Foundation, que ha recibido importantes ayudas tanto del Gobierno como de otras fundaciones, pero también de numerosos particulares.

Los cafés de reparaciones no contribuyen sólo a luchar, aunque sea de una forma modesta, contra la economía del despilfarro, sino que tienen al mismo tiempo importantes beneficios sociales y ecológicos, como han reconocido otras personas, entre ellas, Nina Tellegen, presidenta de la fundación DOEN, dedicada a promover la innovación cultural y social sobre bases de sostenibilidad.

Se han creado así nuevos lugares donde la gente se reúne y charla mientras se reparan las cosas. Y quienes más lo agradecen son las personas mayores, que se encuentran con frecuencia solas y disponen de tiempo y muchas veces de la habilidad o la pericia necesaria para arreglar, reparar o reciclar muchos objetos que de otro modo acabarían directamente en el basurero.

Pero esos cafés, que están lo mismo en viejos teatros que en locales alquilados, atraen también a los jóvenes, y así se posibilita una siempre muy saludable interacción social. Y al mismo tiempo se contribuye a desarrollar una relación más consciente con todas las cosas que forman parte de nuestra vida diaria: desde la simple ropa, los muebles o los electrodomésticos hasta los aparatos electrónicos.