Quiero llamar la atención sobre algunas frases que nos ha traído la crisis. Es verdad que no son nuevas, pero nos las han repetido tanto que nadie las cuestiona y son un lugar común. Sin embargo, también pueden verse de otra manera.

La primera es «la crisis es una gran oportunidad» que hemos oído a políticos y empresarios. Se agradece la buena intención, pero suena a escuela de negocios o a libro de autoayuda. La verdad, la cruda verdad, es que la crisis es un marrón o un palo que se nos ha venido encima, que hemos de gestionar y a la que hemos de adaptarnos. Puede ser un sarcasmo decirle o decirnos a tantas y tantas víctimas de la crisis que ésta es nuestra gran oportunidad. Haremos lo que podamos y lo que nos dejen pero, por favor, no nos lo vendan como si fuéramos unos afortunados. Es una cuestión de respeto y de consideración.

Fascina cuando, con aire solemne, se nos sentencia que «no se puede gastar más de lo que se ingresa» como si esa conclusión fuera el resultado de largas y profundas reflexiones. Esta frase es tan antigua como el dinero, está en todas las religiones y nuestros respectivos abuelos nos la repitieron hasta la saciedad. La única explicación que le encuentro a esta gran conclusión es que el que lo dice lo acaba de descubrir, ha estado gastando más de lo que ingresaba, normalmente estaba en la política o en el sector financiero, es un converso y necesita repetírselo y repetirlo a los demás para acallar su propia conciencia. Aviso, la inmensa mayoría de los ciudadanos de este país hace muchos años que sabíamos y sabemos que no se puede gastar más de lo que se ingresa y si lo hicimos fue porque los creadores de opinión y el mundo económico-financiero nos insistieron en caer en esa tentación hasta la saciedad. Pero, ironías de la vida, estos son los que ahora nos recuerdan que no se puede gastar más de lo que se ingresa.

También nos dicen y nos repiten insistentemente que hay que ser emprendedor, que todos hemos de ser emprendedores€.Se agradece una vez más el consejo pero dicho con tanta perseverancia y persistencia parece que el que está en el paro lo está por culpa suya, por no ser emprendedor. Algunos nos miramos en el espejo preguntándonos si somos o no somos emprendedores o suficientemente emprendedores.

Antes se llamaba capacidad de iniciativa y la tenías en tu vida personal o profesional, dentro o fuera de la empresa y estaba bien, sin embargo ahora parece querer decir que te busques la vida por tu cuenta y que no esperes nada de aquellos que te dicen que has de ser emprendedor. Por cierto que a mí emprendedor me suena a autónomo y leo que en los últimos cuatro años se han dado de baja 550.000 autónomos.

También se oye con frecuencia esa frase que dice «la salida de la crisis es el I+D+i». A la mayoría de los ciudadanos se nos queda cara de tontos cuando oímos que la salida pasa por el I+D+i. Queda bien para el que lo dice, suena bien y se hace el interesante pero a todos nos quedan ganas de decirle que nos lo explique, que cómo se hace, que cuánto se tarda y que cuándo recogeremos los resultados y saldremos de la crisis. En este país todos somos grandes partidarios del I+D+i y si hiciésemos una encuesta todos votaríamos a favor o lo puntuaríamos como muy importante pero a la hora de la verdad no creemos en nuestra capacidad de investigación (que inventen ellos), no tenemos la paciencia necesaria para recoger los resultados (somos un país de corto plazo) y cuando hay que recortar gastos se empieza por la investigación (nos parece un gasto en lugar de una inversión).

Podría continuar haciendo referencia a la fiebre privatizadora, a que hay que privatizar esto o aquello para ingresar recursos y ayudar al país, olvidando lo que la experiencia nos ha enseñado: que al final siempre nos quedamos sin el dinero y sin el patrimonio. O cuando con toda solemnidad nos dicen que saldremos de la crisis, lo cual es una obviedad, pero no nos dicen cómo saldremos que es lo que más nos interesa.

En fin, como todo está confuso vamos a tener que recuperar la buena costumbre de pensar por nosotros mismos, fiarnos lo justo de las frases solemnes que nos repiten con motivo de la crisis, aplicar el sentido común y contrastarlo con los demás. El resultado puede tener sus sorpresas.