Se nota principalmente en el atardecer. Justo cuando, a lo lejos, en las explanadas vacías, las losetas arden. Hay una especie de apaciguamiento poético, un reposo a punto de ser despedazado, apenas sacudido por el canto de los últimos pájaros del día. Algo va a pasar, se percibe en todos los paisajes, interiores y exteriores; es como si el abrazo fuera siniestramente más largo, más cadencioso. Primavera ominosa, de barrunto, acomplejada. Nos hemos acostumbrado demasiado pronto a esperar el desastre. El país es los que esperan, personajes de Beckett, viviendo tercamente, con los pies enroscados en la desgracia. Políticamente ya ni siquiera se preocupan por enmascarar el discurso con promesas vanas; el rey se dirige a un pueblo al que intenta convencer de que morirá de hambre. La lectura anímica es la del baile en el precipicio. El motor se ha roto. Quizá nunca existió. Los líderes de Europa apelan a la capacidad de resistencia; el conformismo, la resignación, es la energía que se evoca para derribar a un dragón al que cada día le brota una nueva cabeza y una nueva lengua de polvo.

Economía, la materia especular, la materia profética. Krugman sostiene que Europa, y particularmente España, se puede descomponer en apenas cuatro pasos, como si fuera un encantamiento. Y tal vez lo sea, hecho de subvenciones, piedras innobles y sistemas en paralelo. En el viaje decisivo para Europa, Hollande está a punto de ser tumbado por un rayo después de París y el aguacero. Es como para pensárselo. Falta únicamente que los niños lloren y los viejos indios encuentren el código oscuro en la plenitud del aire. Tiempo de preñez, de negación. Alemania exhorta a cantar desnudos en los campos de siembra. Y Rajoy, presa del eco, aplaude. El foso de la prima de riesgo. Y el orzuelo de Venus en el ojazo terrible de la luna.

Según las encuestas, España es más pobre, pero también más apocada. Manotea el pesimismo y las administraciones aprueban la lección de chantaje sin la contrapartida del paraíso; sufra usted, apechugue usted, rómpase usted la crisma para que todos lleguemos a un futuro incierto, sin garantías de resolución. Se empieza a sacar partido léxico a la contrariedad, Frob, calificación, prima de riesgo. El pueblo afila sus cuchillos y sueña con mirarse en el espejo y no ver la figura siniestra de Rato, de Díaz Ferrán, tipos para los que se nos pedía respeto y credibilidad, alargados por la talla de la desvergüenza; Rato, el mismo Rato, al que ya reconvino el FMI por ser incapaz de leer los signos de la crisis y al que PP, ay, cuánta desmemoria, exhibía hasta hace muy poco como paradigma de la sensatez y las cuentas bien hechas. Qué será lo próximo. Apuesten. Esparta se quema. ERES, paro, pantagrueles con toga, cortijos, caza mayor y hasta islas de secano. Los cuervos se alinean en el horizonte. Así empezará el cuento del sacrificio en el próximo trimestre.