El poeta granadino, desgajado de la ortodoxia cívica por su peculiaridad sexual, se mantuvo siempre sociable y bien avenido con todo el mundo, con la gente del viejo Madrid, aunque estuvo lejos de ella con lejanía sideral por su limpia, pura y absoluta ignorancia de tales servidumbres, pues su conflicto personal se plantea a un nivel mucho más profundo, a un nivel que podríamos llamar existencial.

Lorca proclama un amor absoluto, sin límites, donde no hay sometimiento sino abandono y goce mutuo. Canta a una forma superior de homosexualidad que tiene su precedente ilustre en Grecia y se integra ya en un panerotismo de algún modo grandioso que le pone en contacto íntimo con el fenómeno previo de la reproducción, de la cópula total que retiñe con sus colores y sus formas, con sus múltiples alumbramientos, la naturaleza y la vida. El poeta condena el vicio escondido y servil. Ejercer ese amor a escondidas de una sociedad que lo persigue es para Lorca miserable, ya que la unisexualidad, en esas condiciones, se humilla, se pervierte€ Condena a los maricas «abiertos en plaza con fiebre de abanico».

Una vez más nos encontramos con el tirón natural, telúrico de Lorca. El poeta canta la libertad total del sexo, la sexualidad-límite, que es la sexualidad gratuita, pura, sin afán ni consecuencia de reproducción, dentro del friso grandioso de la naturaleza sin dogma. «Pero tú no buscabas los ojos arañados,/ ni el pantano oscurísimo donde emergen a los niños,/ ni la saliva helada,/ ni las curvas heridas como panza de sapo/que llevan los maricas en coches y terrazas/ mientras la luna azota por las esquinas el terror».

Pero esa entrega total y absoluta, esa identificación total con la naturaleza necesitaría una nueva moral de libertad entera, imposible, puesto que el hombre se despegó alguna vez de la naturaleza para siempre. El drama del hombre es que ya no es naturaleza ni tampoco puede dejar de serlo totalmente. Lorca, tan bañado de ella, experimenta este drama, esa agonía existencial que vierte, a juicio de la crítica, en los Sonetos del amor oscuro, bellísimas composiciones del más puro y exquisito lirismo.

Así se confiesa el poeta en una carta enviada a su fraternal amigo Adriano del Valle: «Soy un pobre muchacho apasionado y silencioso que, casi como el maravilloso Verlaine, tiene dentro una azucena imposible de regar y presento a los ojos bobos de los que me miran una rosa muy encarnada con el matiz sexual de peonía abrileña, que no es la verdad de mi corazón».

El poeta sevillano Vicente Aleixandre afirma del poeta granadino: «Quienes le vieron pasar por la vida como un ave llena de colorido, no le conocieron. Su corazón era como pocos apasionado, y una capacidad de amor y de sufrimiento ennoblecía cada día más aquella noble frente. Amó mucho y sufrió por amor, lo que probablemente nadie supo. Recordaré siempre la lectura que me hizo, tiempo antes de partir para Granada, de su última obra lírica (€). Me leía sus Sonetos del amor oscuro, prodigio de pasión, de entusiasmo, de felicidad, de tormento, puro y ardiente monumento al amor, en que la primera materia es la carne, el corazón, el alma del poeta en trance de destrucción. Sorprendido yo mismo, no pude menos que quedarme mirándole y exclamar: Federico, ¡qué corazón! ¡Cuánto ha tenido que amar, cuánto que sufrir».

Los comentarios sobre los Sonetos del amor oscuro han celebrado su «belleza inmortal»; «poemas perfectos, terriblemente encendidos por el amor, magistrales en su clasicismo y en su finura». Mi querido compañero –recientemente fallecido– Miguel García Posada, prestigioso crítico y profundo conocedor de la obra de Lorca, remitía a la relación de lo oscuro y lo secreto del amor, al sufrimiento del poeta amante y su vinculación con la más pura poesía sanjuanista. Asimismo Uta Felten afirma que la lectura del amor oscuro conduce a una referencia intertextual de San Juan de la Cruz y su famosa Noche oscura. En el Soneto de la Guirnalda de las rosas, el «yo lírico» se muestra como un mártir erótico: «(€) Goza el fresco paisaje de mi herida,/quiebra juncos y arroyo delicados,/bebe en muslo de miel sangre vertida». Herida feliz, dulce dolor de la experiencia mística.

El prodigioso soneto que se inicia con el verso «Tengo miedo a perder la maravilla» fechado en 1936 es, sin duda, un enloquecido canto de amor verdadero y loca pasión: «Tengo miedo a perder la maravilla/ de tus ojos de estatua y el acento/que me pone de noche en la mejilla/ la solitaria rosa de tu aliento. //Tengo pena de ser en esta orilla/ tronco sin ramas, y lo que más siento/ es no tener la flor, pulpa o arcilla/ para el gusano de mi sufrimiento. //(€)».

Asimismo, el titulado El poeta pide a su amor que le escriba: «Amor de mis entrañas, viva muerte,/ en vano espero tu palabra escrita/ y pienso, con la flor que se marchita, /que si vivo sin mí quiero perderte. // (€) Pero yo te sufrí, rasgué mis venas,/ tigre y paloma, sobre su cintura/ en duelo de mordiscos y azucenas. // Llena pues de palabras mi locura/ o déjame vivir en mi serena noche/del alma para siempre oscura». Bellísimas imágenes de cuerpo herido-llaga de amor- que se ofrece al amado, clara reminiscencia del más exacerbado arrobamiento erótico.

«Quiero llorar mi pena y te lo digo/para que tú me quieras y me llores/ en un anochecer de ruiseñores/con un puñal, con besos y contigo.//(€)" (Del soneto El poeta dice la verdad). O, «Tú nunca entenderás lo que te quiero/porque duermes en mí y estás dormido./ Yo te oculto llorando, perseguido/por una voz de penetrante acero.// Norma que agita igual carne y hueso/traspasa ya mi pecho dolorido/y las turbias palabras han mordido/las alas de tu espíritu severo.//Grupo de gente salta en los jardines/esperando tu cuerpo y mi agonía/en caballos de luz y verdes crines./Pero sigue durmiendo, vida mía./Oye mi sangre rota en violines./ ¡Mira que nos acechan todavía!».(Del soneto El amor duerme en el pecho del poeta).

«Sangre, éxtasis, deseo, dolor, violencia y martirio» es la temática constante. Sublime belleza para los sentidos y para el alma.

André Belamich, traductor al francés de los sonetos, dijo: «(€) se trata de unos poemas bellísimos y púdicos (€)», afirmando que: «en el conjunto de la obra oculta de Lorca hay poemas sobrecogedores de la vida que no pudo tener, de la persona que no pudo amar y de los hijos que no pudo abrazar».

Feliz el destinatario de estos míticos Sonetos en los que Lorca derrama su oscura –secreta– verdad de amor y sufrimiento por la ausencia.