No corren tiempos para brindar. Ni en Málaga ni en ningún otro rincón de un país antaño acostumbrado a descorchar botellas a diario. Y es precisamente ahora, cuando menos oportunidad hay, cuando el brindis podría hacerse con un espumoso malagueño. El que pondrá en el mercado el próximo año Hojiblanca, una empresa malagueña que sigue teniendo motivos para entrechocar copas. Un brindis solitario en un páramo donde las contradicciones se acentúan aún más bajo el yugo de la crisis. Málaga, una provincia con voluntad de avanzar pero atascada, con un pie en el acelerador y otro en el freno.

Por un lado, el PTA, un oasis tecnológico, que crece pese a la crisis. Junto a éste, importantes proyectos como el que convertirá a la capital en un campo de pruebas a gran escala para los vehículos eléctricos. El proyecto ZeM2All, resultado de una alianza entre el Ayuntamiento y el Gobierno japonés. O el plan de IBM, Smarter Cities Challenge, para estudiar las potencialidades de Málaga como polo tecnológico. O el Smartcity de Endesa, que nos hará líderes en gestión sostenible. Diferentes puertas de acceso a un futuro en el que la tecnología, las energías renovables y la I+D+i conformen un nuevo sector en el que apoyar la economía malagueña. El pie en el acelerador.

Por otro lado, el freno. Una ciudad que soñó con viajar en metro y a la que la crisis ha sumergido en la pesadilla de una obra casi al 80% de su ejecución pero cuyo final ha dejado de tener fecha. Un proyecto que la nueva consejera de Fomento, Elena Cortés, tiene «subrayado» en la agenda, aunque tal vez esa agenda pase de encima de la mesa al cajón si las cuentas no cuadran. Puede que incluso no le cueste demasiado olvidar lo subrayado, dado que el metro de Málaga no es «su modelo» de movilidad. Y mientras en una punta de la ciudad la tecnología se abre camino, en la otra las costuras a medio hacer del metro se deshilacharán mientras se decide si es mejor dejar la obra tal cual o cerrar y volver a abrir cuando el dinero llegue. Los comerciantes del Perchel, cansados de retrasos, sólo quieren salir de su propia contradicción. La vida que el metro les traería se ha transformado en una lenta agonía con resultado de muerte para muchos. El freno definitivo.

Por otra parte, el gran puntal de la economía malagueña, el sector turístico, también tiene su particular espiral de contradicciones muy a su pesar. Aunque en este momento la prioridad es mantener las buenas cifras de la pasada temporada pese a la crisis, no se pierde de vista el objetivo de romper con la estacionalidad. Una difícil meta cuando las playas, el producto más vendido y consolidado, no están listas hasta mediados de junio.

El sol de febrero también calienta en Málaga y mientras se construye una oferta alternativa no sería mala idea que los visitantes pudiesen disfrutar del litoral en las mismas condiciones que en agosto. Los temporales no deberían ser impedimento para ello si se aplicase una solución definitiva a las continuas pérdidas de arena en determinadas playas. Sería un avance clave, aunque no suficiente si las natas siguen haciendo acto de presencia en la Costa del Sol como un visitante más. Quinientos millones de euros nos separan de ese trascendental objetivo: el saneamiento integral. Tenemos los recursos naturales, el sol y la playa, pero aún no hemos conseguido cuidarlos como se merecen. Y ahora no hay financiación para casi nada. Condenados a convivir con las contradicciones hasta nuevo aviso.