La felicidad personal depende de muchos factores, entre ellos de dónde hayas nacido, quiénes sean tus padres, qué decisiones tomes y, por qué no decirlo, la mala o la buena fortuna que tengas a lo largo de tu vida. Pero la suerte depende en gran medida de cómo afrontes las situaciones, de la valentía, el espíritu de sacrificio, el afán de superación, las ganas, la ilusión, los sueños, etcétera.

Tengo un amigo que cada día elige a un conocido al azar para desearle los buenos días y cada día se reinventa para disfrutar de algún pequeño placer ante tanta noticia negativa en tiempos de crisis; a otro que tiene milimétricamente pensado cada paso que da y, si le pica un mosquito, ya tiene fastidiada la jornada. Hay quien lo ve todo negativo y, por más esperanzas que le des, el futuro es para él de color negro. También hay quien se levanta una y otra vez ante la adversidad y sabe disfrutar de esos pequeños detalles que suelen pasar inadvertidos y que pueden llevar a la felicidad. Y también están esas personas que toman decisiones drásticas, como ese matrimonio formado por el mijeño Fernando Fernández y su mujer, Fleur, que junto a sus hijos Aisha y Noah (de cinco y un año, respectivamente) se liaron la manta a la cabeza y están dando la vuelta al mundo en una autocaravana después de haber dejado él su trabajo de funcionario y de haber vendido la casa y otros muchos bienes. ¿Estarán ellos preocupados por el rescate de España, por que la prima de riesgo se ha vuelto a poner por encima de los 500 puntos? No lo creo.

Me pregunto cómo le irá al matrimonio mijeño. Los padres no tendrán estos días que buscar colegio para sus hijos o intentar que los pequeños puedan compartir colegio si estuvieran en dos distintos (recibirán educación a distancia durante los tres años que durará la aventura), no tendrán que comerse el coco sobre dónde ir de vacaciones (claro está), o de buscar empleo (cabe recordar que hay 5 millones de parados). Ni siquiera deberán preocuparse de hacer la declaración de la renta, de pagar la comunidad, el IBI, la basura, la luz, el gas y un largo etcétera. Para ellos la felicidad es vivir el momento. Carpe diem. Es su forma de ser felices. Como para otros es desayunar con los amigos/as cada mañana, andar por el paseo marítimo, leer un libro, echar una siesta, ver una película, jugar con los niños, hablar con los mayores o convivir con su pareja. La gente está necesitada de pequeños impulsos que les hagan sentirse felices, de lograr minúsculas metas, o gigantescas con el paso del tiempo, para sentirse vivos. Y para eso lo mejor es olvidarse durante algunos minutos, días e incluso semanas del verano de la prima de riesgo, la inflación y el rescate de España.